jueves, 9 de abril de 2009

Pasion en Sevilla

La reencarnadura

A nada que pase por la Encarnación, de nuevo resucitada en la mañana del domingo, indicará que se acabó el tiempo de júbilo para esta ciudad, comenzando de nuevo la rutina.
Atrás quedo el anunciado tiempo de frenesí operativo, de tres días a media jornada, aunque bien poco se advirtió, en las sombras y escaleras que este existiera, en los pocos operarios que quedaron, ni en vivo, ni a través de las cámaras. La Encarnación tiene su tiempo marcado.
Proclamando la llegada de la madera que cortan en lontananza, en la corta distancia, aquello tiene malita cara. Apenas anima el mensaje nuevo de que todo volverá a comenzar en Navidad, justo en un pesebre, ni que acabe en madera su efímero paso, pues no tendría sentido que se le tenga que dar tal fin a la Encarnación, cuando no existe la esperanza de que en ella esté la salvación.
La condena está servida. Son las cosas de esta callada, donde son dos, como “Pilatos” (y el poder en tres), uno, presenta, y el otro sentencia. Donde la Encarnación es descarnada como en otros tiempos, para que en su desesperanza se encomiende a Ella, pues sabe que, después de contemplar tantos años aquello, nadie, intuyendo el poder de los lavamanos, se postulará para salvarla de la madera.
Resucita la Encarnación a pesar de que la turba gritara enfervorizada la peor de las condenas. La Reencarnación. Una nueva encarnadura para el olvido de su naturaleza. Una nueva identidad para escapar de la memoria. La Encarnación con disfraz de carnaval, convertida en algo novedoso, ideal para la muy doble y novelera. La Encarnación de monte de claveles rojos. La Encarnación de camarín de rosas, bajo la Encarnación de las setas, la reencarnadura del puerta, puerto, plaza, mercado, estación y aeropuerto. ¡Ahí, es na!
Sevilla a 9 de Abril de 2009
(Jueves Santo) FRE

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