sábado, 4 de abril de 2009

en la barra,

La velocidad del vértigo

No deja de ser una gran verdad que lo de la Encarnación va lento, demasiado lento, de cámara lenta On line por lo poquito que se aprecia en la Web.
Tiene su dificultad llegar a la cronometrica prevista, un reto que solo sería posible con la velocidad de vértigo propuesta, una mareante aceleración de las que acostumbra, pero que hacia pensar lo peor si fueran causa nuestras fiestas de Abril las que ocasionaran el temido retraso.
Nunca fueron buenas las prisas, al final se pagan. La Encarnación tiene su propia velocidad, y como es algo sabido, por todos los años que han pasado, poco puede importar que los operarios se tomen un respiro. No debe de haber ninguna prisa. No se puede, ni se debe precipitar el final de algo que se vislumbra tan descorazonador.
El muestreo indica que a 9 de cada 10 personas aquello no acaba de convencerles. No es el lugar adecuado, no les gusta, y es una barbaridad, copan los argumentos de rechazo. Pero son los vecinos afectados, y los damnificados vendedores de la plaza de abasto, los que no ejercitan su derecho a la opinión cuando se les consulta. Es preocupante que su omisión se deba a que aun no tengan claro. En la callada, gusta el silencio. La muy doble y novelera, solo lo rompe en el corro y la barra. Su lucha interior, entre tanques y soldados, hace que ejercite su metodología contra los champiñones. ¡Niño, llena esto! Y pon una de pavias.
Recientemente, con mas agentes de seguridad, que convocantes, se denuncia otra acción virulenta, la del pepino. Nadie quiere ser informado, basta saber que, tanto en lo de la Encarnación, con lo de las setas, ¡Ay, Alameda!, como en otras tantas actuaciones, que lleva a los vecinos a tomar el megáfono, la callada es fiel a sí misma, y sus descontentos, solo los aflora ante una cruz, a ser posible bien fresquita. ¡Niño, llena esto!
Sevilla a 4 de Abril de 2009-
Francisco Rodríguez Estevez

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