lunes, 19 de mayo de 2008

Encarnacion, (caso sin resolver)

Otras encarnaciones

Debe ser eso del síndrome del salmón, que para lograr su objetivo tiene que nadar siempre a contra corriente, la causa para que en lugar de buscar los remansos acomodaticios siempre se tenga que estar inmerso en algunas de las disconformidades causadas, generalmente por la falta de aplicación del sentido común, en ocasiones por algo tan sencillo como no escuchar a la ciudadanía, y lo que es peor, carecer de sensibilidad suficiente como para evitar el desasosiego de unas minorías afectadas aunque estas estén propuestas y dispuestas a impedir los caprichos del momento, y que antes llamaron lucha civil, y ahora le dicen plataformas.
Tal vez sea por eso, que no acierto que pensar al oír aquello de que lo de la Encarnación es un ejemplo, más cuando no se aclara en manera alguna de que será lo de la Encarnación ejemplo.
Acaso, convertida en madre y maestra de todas las encarnaciones que existen en esta callada ciudad, antes de personas, ahora de plataformas, hace, que por su ejemplo, las agrupaciones ciudadanas estén al loro de cualquier actuación que venga de donde se alojaron las ocurrencias y en consecuencia, a nada se tenga la mínima sospecha de que puedan ser ejecutadas, evitar al menos que sea de forma sumarisima, por irreparables, o cuando menos, para que si la cosa se dilata en exceso que no cunda como ejemplo, tal como la Encarnación.
Con lo de la Encarnación, no solo se perdió la mayor y mas antigua plaza de abastos de Andalucía, ni los vendedores perdieron más de treinta y cinco años con la esperanza de volver cuando lo reconstruyeran, si no que el inexorable tiempo se llevó para siempre a la inmensa mayoría de los vendedores, pues de los 91 que iniciaron el proceso, apenas quedan los que con una sola mano pueden contarse.
Claro ejemplo que refleja los temores, en especial los de la casa grande, casa palacio, casa Pumarejo, que fuera antes Real de Los Toribios, casa de columnas de caoba, casa declarada monumento, casa salvada de la piqueta, casa que resiste en la ruina, casa con sus vecinos dispuestos a vivirla, casa con prisas en el tiempo lento, y es que si se repite lo de la Encarnación la batalla la ganará el tiempo.
Y es que a la Casa Palacio de Pumarejo, le anuncian, con las mismas palabras que a la Encarnación le dijeron en los tiempos de los miedos, en este de libertades, que las obras para recuperar esta joya, para el beneficio de la ciudad, e integrar para su disfrute a sus usuarios, estos se ubicaran de forma provisional en lugar adecuado mientras se realizan las obras, por un plazo de tres años.
Y mire por donde que, en este arte de prometer irrealidades, todos parecen iguales.
Repito las palabras que un viejo carnicero me dijo en la puerta del desaparecido mercado el día que con la carga de utensilios, lo abandonaba, para mudar todo hasta el provisional, “Aquí, no volvéis ninguno”. Dios quiera que la Encarnación no sea ejemplo de nada. Ni siquiera de la ineptitud.
Sevilla a 19 de Mayo de 2008
Francisco Rodríguez Estévez

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