domingo, 18 de mayo de 2008

Cosas de barrio (SESAMO)

De Epi, o de rana (Gustavo)

En lo de la Encarnación nunca puede parecer que esté dicho todo, por mucho que se nos diga que con las setas esta dicha la ultima palabra. Un puro grito
Mas cuando semejante actuación tantas enseñazas nos depara, al punto, de que en ocasiones viene a recordar las de Barrio Sésamo, haciendo comprender fácilmente lo que está arriba y lo que se encuentra debajo, diferenciar claramente lo rápido de lo lento, y el cerca de lo lejos.
Rápido es el tiempo, que tambien puede ser lento. El caso es que pasa, y pasa lo que pasa, pues casi sin darnos cuenta, va para año y medio, que es mucho, pero tambien puede ser poco, cuando, en el tiempo de las prisas, coronaron a toda velocidad las dos enormes columnas de hormigón que pusieron para lo de la Encarnación, ¡que alto!, con esa cubierta de chapas que, por lo oído, a la primera nevada que caiga, podía ser que ídem.
Pero para que esto no pueda ocurrir nunca jamas, (que caiga la nieve, no, lo otro) y el invento se nos venga abajo, que no es donde la Hispalis resiste, si no sobre el botellodromo, que es lo que está arriba del emblematico mercado, la seguridad, que llega justo en el momento, que rápido, aunque tambien se dice el tiempo lento, hace pensar que al menos las medidas fueron encontradas a tiempo.
Pero como el tiempo pasa de prisa, aunque lo haga lentamente, y la desaceleración, la del sector de la construcción, parece que está tan en tenguerengue como la cubierta mirando al hombre del tiempo, no es del todo posible que se pueda estar seguro de que la estación del metro de la Encarnación pueda llegar a tiempo. ¡Que lento!
Otra cosa el la plaza, que son dos, como los metros, el metro del Metropol, y el metro centro. Dos, que tanto monta, el de arriba, como monta tanto el de abajo, serán los que llenaran de peatones, con sus cargas de viajeros tanto la plaza azotea, como la plaza de abastos.
Por el momento lo que toma cuerpo son las escalinatas, esas que no habrá un artrosico abuelito que tenga valor de escalar, subida lenta, pero que en rápida bajada, algún orín que otro, se escapará de las hinchadas vejigas de jóvenes noctámbulos lamiendo los mamperlán, deja ver, envueltos en las sinuosas líneas de las sombras de lo de arriba, como abajo, van, de abajo arriba, tomando forma de dientes de sierra. Lagarto, lagarto.
Y aunque el gran laurel, se encuentra más lejos, que la sexta seta de la fuente, tener una sierra tan cerca ha hecho que las hojas se le pongan punta, como Espinete, y la corteza de su piel sensible, de gallina Caponata.
Sevilla a 18 d Mayo de 2008-
Francisco Rodríguez Estevez

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