lunes, 16 de noviembre de 2015

 
La parada

Si todo continúa con la impredecible previsión, y nadie lo remedia, es de temer que la propuesta de solución para el solar del desaparecido mercado de la Encarnación, después de treinta y dos años, se convierta en uno de los mayores desencantos, dentro de los posibles, casi rayando el absurdo olimpico, como consecuencia de enorme cúmulo de desatinos llevados a cabo, y que alguna vez, o tal vez nunca, puede que se expliquen, para llegar a entender algunas determinaciones extrañas, y tanto extraño  silencio.
Por enésima vez, de nuevo vuelve a encontrarse la obra en esa fase de paron a la que tan acostumbrado nos tiene. En esta ocasión se justifica como una parada técnica de cambio de constructora, consecuencia de la nueva adjudicación a otro concesionario, (al parecer el más rápido), designado en  concurso, con lo cual los plazos del ganador se acercaran a los propuestos por el segundo clasificado, contando con que ningún contratiempo dilate la espera.
Este es uno más, que seguro no será el ultimo, para dar esa sensación de que las paradas en la Encarnación se realizan para dar la oportunidad, pero no a la callada mayoría de decir algo al respecto, si no que esperan a esos virtuosos solistas que nunca la alzan, tal vez por el esfuerzo que supone levantar tanto peso de sus voces,  y de esa forma evitar una propuesta, que hasta el más interesado, sabe lo que es.
Pero si todo continúa con la impredecible previsión, si alcanzamos a ver aquello, si  tuviéramos que hacerle, no sin cierta guasa, icono de la modernidad de esta ciudad, a esto de los champiñones para la Encarnación , le vendría al pelo la frase de un líder mundial, ya desaparecido, que venía a decir sobre la reflexión del tiempo pasado, algo así como que difícilmente nos pueden escandalizar las cosas del ayer que fueron llevadas a cabo por la imposición de la fuerza, aunque fuera bruta, si un cobarde silencio, de vergüenza, tuvo por cómplice.
Francisco Rodríguez Estévez

20-11-05

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