lunes, 4 de febrero de 2019



A tumba abierta

Con  lo del tranvía, que dicen metrocentro, se están abriendo en las zanjas tal cantidad de tumbas, que mas parece esta ciudad callada, fuera la de los muertos, donde el silencio mas absoluto aparece, como en lo de la Encarnación, que sin tumbas, sin tranvía, ni metro, solo le queda la comunicación de lo que se entierra.
Las zapatas que desplazaron a la Hispalis, para que aparezca en lo del MOMA, como fantasmagóricos espectros saliendo de ese enorme agujero, como tumba abierta.
Acaso sea por eso que aumenta el numero de despavoridos ciudadanos echando leches, cuando al ver aquellas dos moles, de las ocho previstas, despotricando al poderse hacer una idea que aquello de las setas no será precisamente el nuevo 
Tal Majal, si bien, que aunque este no deja de ser un sepulcro, al menos intenta ser monumento de amor, fidelidad, y compromiso, y no un susto, por mas que sea una ocurrencia, de esas que pone la piel sensible en carne de gallina, con solo imaginar lo que nos espera, con los inventos. La patochada. 
De lo que no caben dudas es que la monumental idea de los horrores, empieza a ser algo preocupante, bien como mausoleo de su plaza, tal vez como sepulcro del centro, evidentemente ya no es un berrinche, ni un enfado, al que no se tiene voluntad de paliar, pues se trata de eso, de que no le olvidemos al doctor, cada vez que lo veamos. Un lazo en la corona " No te olvidaremos"
Una megalomanía aterradora, donde se entierran lo hallado, lo ganado, lo prestado, lo propio y lo ajeno, junto con lo que haga falta en el socavón, tal como un valle, que no se sabe bien si de caídos, o de Reyes, que todo cabe.
Acaso será como las pirámides, colosales figuras de un pasado funerario cuya geometría se retomó modernizándola para lo del Pompidou, urna de cristal, cuando derribaron, como la plaza de abastos de la Encarnación, el gran mercado de Les Halles, tal vez para que, en la tumba de Courbet, en la cercana iglesia de St Merri, de la feligresía de St. Arcadio (el de los huevos) recuerde a los parisinos en particular, y a cuantos la visitan, a quien se le ocurrió la monumental tontería del centro, tal como puede leerse en el epitafio, recordando el desagravio que algún día tendrán que recibir los expropiados vendedores de la plaza de abastos, mártires del absurdo.
Pero no así las originales, estas si que fueron concebidas directamente como tumbas, algo grandes, para recordar a los faraones de Egipto que, de no haber sido por ellas, hoy serian olvidados de la historia.
Lo parasoles originales están en la gasolinera, la replica premiada, como amorfa figura en su transformación integradora del paisaje moderno de esta ciudad, es cosa más que lamentable que no tenga en la Anunciación, antes Universidad, y mucho antes de la Compañía de Jesús, adjunta a San Pedro, (donde los ficus), con todas las que hay, coloquen una tumba que nos recuerde la tontería en un epitafio, aunque tal vez sea que este fuera el integrador mausoleo comercial del mercado dedalitos.
Pero a diferencia de Courbet que desde su tumba aboga por recuperar, algún día, lo que se ha perdido en el experimento, el gran Les Halles, en el que nos ocupa, todo lo más que esperamos es que, con su desaparición lo olvidemos, tal como hubiera ocurrido con Micerinos, de no copiar a Keops, para ser grande después de muerto.
El autor del entierro de Ornans, no se equivocó en su mensaje, pues cualquier día, pues, hasta los parisinos se cansan de las tonterías modernas, aquello cambie y el centro volverá a llamarse como siempre, para que se olvide hasta su nombre.

Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 7 de Octubre de 2006

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