Cabalgata
Tengo la suerte de que la de los Reyes Magos pasa muy cerca
de donde vivo, lo cual no quita que de siempre acuda a esperarla con bastante antelación. Cuando
pase la verde carroza del rey Baltasar aun quedaran horas de ilusión antes de
que se acaben todos estos días de fiestas que comienzan con la Inmaculada,
adelantados a Santa Claus, San Nicolás, o la Constitución, según proceda, y que
se terminaran abriendo las cajas de los regalos que tenemos la inmensa suerte
de recibir.
Esta madrugada, como cada año, antes de que amaneciera he
vuelto a saltar de la cama buscando el regalo. Es sin duda la única e
intempestiva hora del ese corto día en la que los
mayores aun sentimos ser pequeños, y, sin acordarme de haberle escrito carta alguna a
sus majestades pidiendo algo, encendí la luz del comedor. Pero a pesar de todo,
allí, sobre la mesa estaba el regalo, ese que para sorpresa nos deja el rey Artaban a los mayores cuando se nos olvida escribir la carta a
nuestro rey.
Mi rey Gaspar sabe perfectamente que para ser un niño de edad avanzada me sigo portando bien, por lo que aun se me hace más difícil entender porque no recibía mi “pedido”.
Desde hace algunos años, se la enviaba a la atención de sus
majestades pero este año no la escribí para mi, pues lo hice para que le
trajeran la memoria a quien olvida, y aunque lo mejor hubiera sido enviar un wasap,
lo suyo ha sido esperar la carroza de Baltasar para que desde lo alto, bajo la gran marea de brazos agitandoses pudiera percibir, en vivo y en directo, la singularidad de la extraña petición,
pero es que en el trono verde hasta el alcalde puede convertirse en mago, por más
que colocar una puerta en edificio público pueda parecer más de competencia municipal
que “real”, pero de esta que nos trae, tendría que tener todos los
componentes mágicos porque es que no hay manera.
Con toda seguridad le llegaría por la vía de las emociones el unánime grito de una multitud desgañitándose ¡puerta, puerta! evidentemente que se hace difícil que supieran algo de la puerta.
Allí arriba, embolsado sus brazos de caramelos, la sonrisa de Baltasar se hace reveladora, lo cual me hace pensar que como no tiene que cargar con la puerta ni con su automatismo, seguro que en breve, cuando limpie el betun de su cara para transfigurarse de nuevo en el mismo, y se le pasen las agujetas de su breve reinado, no me cabe duda de que tomará el móvil y llamará a la delegada, para que de inmediato haga las indicaciones al objeto de que la adjudicataria constructora concesionaria proceda a colocar la puerta automática en la travesía central de la plaza municipal de abastos de la Encarnacion, de este modo y al tiempo que podrá cumplir su palabra, también lo hará con la Ley. Los reyes magos, son los reyes magos.
Sevilla a 6 de Enero de 2017-
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario