miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mimo, otra vez

Ciclos



Resguardado por la coraza del “cocoom” que le protege, permanece inmóvil en su propia “pupa” a la espera de su nuevo tiempo. Ciclo acabado, ciclo iniciado.

Se diría que tal como desaparece el verano, haciéndose veranillo, que no Otoño, en una prolongación que hace madurar al membrillo para traer las primeras gotas de magia potagia con el manto fresco (pase misí, pase misá), del truco elíptico de las estaciones, es evidente, que algo tiene que ver con el cambio.

En cambio, tal como desaparece la estación estival, continúa en estado larvario, se diría que “missing” aquella estación prevista en lo de la Encarnación que, en esotérico y bucólico anuncio, se le pronosticara inicio, que no “sementera”, para la próxima Primavera de ni se sabe cuando, y remate o conclusión, que no inauguración, ni recolecta, para un crudo Invierno Dios mediante. Cosas del cambio sostenible. (¿Cueces?,o enriqueces).

Los ciclos marcan los cambios, y lo insostenible queda sin fundamento cuando la sostenibilidad ni aparece por la micologica ocurrencia, aquella que tendría tanto mimo,(entiendase gesticulación sin voz), dicho en palabras, cuando con aquello solo se llevaba seis lustros, y adjetivar de agonizantes, a punto de fenecer, para proclamar, a punto de cumplirse el séptimo, que no había otra solucion, cuando menos más inexplicable, y con “eso”, (que ya se contaba que no se entendería), se llena un vacío abandonado a la suerte consistorial, y argumento baladí, para afirmar darle vida, nada menos que con la gloria del pasado, y no con el aparcamiento que con anterioridad se les vino a la cabeza, y una ocurrencia futurista, que se sabía que chocaría en esta ciudad, y que no se sabe explicar pues, queda dicho que no se entendería. Total que un cisma, para volver con el mimo.

Los ciclos proporcionan cambios, y en una huida hacia delante, un retroceso para afianzar posición, la callada pierde la voz de rapsoda de su propia conciencia en la profundidad de sus silencios, para volver de nuevo a lo del mimo, que suena a verborrea después de seis años de lo del aparcamiento y el mercado sotano.

De los bucólicos otoños, siempre se dicen que son calientes, ideales para reiniciar los ciclos abandonados tras la vuelta del ardiente verano. Una extraña temperatura, casi de calentura, para volver a la rutina, a la normalidad, vuelta de tuerca al tornillo.

Pero lo que cada año vuelve a repetirse sin que por el momento el cambio le afecte es la berrea, entiendase la llamada del cérvido dispuesto a la monta, y que en eso de “cubrir”, cubre con nota su expediente aunque desconozca los resultados.

Sevilla a 9 de Septiembre de 2008

Francisco Rodríguez Estevez

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