jueves, 20 de agosto de 2009

El rancho (aquel que era tan grande)

Toque de fajina

Con quinto levanta por diana se levanta la setaquinta en un estéril intento de atinar en tanto desacierto. La setaquinta tiene llamada de atención,tatatí.... puente de plata, puente sobre aguas turbulentas, puente de tablas donde el toque de distinción se le hace imposible.
Mas que flauta al azar al teutón le sonó el fagot (que para eso es de madera) para fagocitar todo cuanto le dejan tras el toque de fajina. Distinto sería el toque de autoridad dado, y dado que esta es algo que toca y tira por que le toca, resulta por lo evidente que esta no es la que se obtiene po merito, puesto que nada tiene que ver con la que se otorga por sumisión, y menos con la que se concede temporalmente, y para nada con esa otra tan distinta que es la que se toma,mas d uno como un sorbo. Marchando un batido de autoridad. Autoridad en la materia, autoridad eclesial, autoridad poética, autoridad económica, autoridad en golf.
Sucede a veces, que quien cree ser alguien, resulta que no es nadie. De ahí vienen los fantasmas que vienen ha repetirse, igual que el chiste “saben de aquel que” cuando sin tener autoridad ejerce como tal, para que, como si le hiciera falta identificacion, podamos reconocerle al verle sentadito en su sillita.
Sevilla, ciudad de las sillas perdidas, que viene de antiguo eso de quien se fue de Sevilla perdió su silla, por eso en la campana no caben más sillas, ni cabe el metro-centro que debería de llegar hasta lo de la Encarnación. La Campana se ha convertido en una trampa, tolon, tolon, dice quien lo dice por lo que suena.
Después de cuatro décadas realizando la anual sentada hebdomadaria sobre las eneas recortables, se deduce, por lo que suena, que lo que no pasa en dos centurias ocurre en un instante, pero que tanto orden y tanta valla justo donde se concentran tantos puretas sentados, esta visto que se masca la tragedia aunque en menor medida que en un botellón primaveral, de ahí las medidas a tomar, a ser posible con otro metro que de la talla para el traje, por supuesto que estas se ponen, según dicen, por seguridad, pero de quien.
Después de siete lustros a las espaldas, con sus treinta y cinco estíos con sus correspondientes canículas, la Encarnación más que otra trampa de campana, como la vuelta de campana, es jaula de espera a la llamada a comicios, toque de fajina, para poner en la mesa las setas que mataran, como poco, al hambre.Retreta y silencio.
Sevilla a 20 de Agosto de 2009
Francisco Rodríguez Estevez

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