Que más da
Debe ser eso del que mucho abarca, poco aprieta, que por querer decir mucho, no se diga nada. El caso es que no estoy nada seguro, pero en ocasiones, este extraño estilo de utilizar la palabra escrita es tan raro que, sobrepasando al “papuchi”, de inaccesible, llegan a ser textos ininteligibles y quedan fuera de alcance. Acaso sea por torpeza, pero es lo que tiene esto de estar en la vanguardia, que no es otra más que, estando todo inventado, hacer difícil, lo facil; complicado, lo sencillo; farragoso, lo escueto. Por lo cual, nadie negará que al menos quedan a la altura transgresora de eso de lo de las setas de la Encarnación ¡ay, Alameda!
Que más da, metidos de lleno en esa madeja de los líos del criptograma, que si me deja., que si no me deja, que si me voy, que si me echan. Que son los silencios, si no es puro grito. En los de papel prensa apareció uno proveniente de quien tiene sueldo público para dar un consejo educacional sobre el desarrollo sostenible, ante el cual, aparte de guardarlo, solo pudo aparecer el silencio.
Emplaza a los educadores y a los padres para la difusión del modelo ecológico que se argumenta, y según se desprende empiezan a verse los resultados, a fin de lograr la actitud responsable de la sociedad con respecto al medio ambiente preservando el ecosistema, etc..
Viendo lo ocurrido en el Prado de San Sebastián, solo queda pensar dos cosas: una, que la responsabilidad no lee, dos, que no recibieron la educación al respecto.
Así que con estos antecedentes, solo cabe seguir expresando el parecer, naturalmente de vanguardia, sobre la epatante y el mimo, sobre la estación y las fotovoltaicas, sobre la paleocristiana y el botellodromo, sobre el emblematico y la Gorgona, total que más da talar 168 árboles.
Sevilla 29 de septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estévez
lunes, 29 de septiembre de 2008
domingo, 28 de septiembre de 2008
La promesa de seguir
El anuncio
¡Adelante, por los sueños que aun nos quedan! Mire que se tuvo tiempo. Mire que se hicieron proyectos. Pues como si nada. Con la promesa de de seguir, como el anuncio, se eligió el peor de los momentos, justo con la llegada de una de las peores crisis, nada menos que para plantar en la Encarnación eso de las setas de la vanguardia de los champiñones.
El caso es que, llegado a este punto, malo será que semejante invento entre en uno de esos parones a los que nos tienen acostumbrado, y que llaman técnicos, para realizar los ajustes, especialmente los de las cuentas, pero todo será mucho peor si aquello se deja medio acabado, y lo de la estación del metropol, junto con lo de la energía renovable quedaran en el olvido. Entonces, el retraso, que ya se cuenta por años, de acometerse estas distracciones, la demora alcanzaría décadas.
No las tiene todas consigo para el futuro de este mercado, al que llamaron emblematico, en el que mas que mimo, los vendedores, (los cuarenta que resistan bajo las chapas para cobijarse bajo la epatante cubierta del polietapico complejo), sentirán escalofríos y estertores de un final, posiblemente no deseados. ¡Adelante, por los sueños que aun nos quedan!
Parecería más razonable que, sabiendo que el mercado municipal quedará en explotación por el concesionario, en este caso adjudicatario y constructor, y que serán las rentas de los vendedores una de las partidas para recuperar la inversión, y siendo previsible que alcance los alquileres y servicios una magnitud fuera de los cálculos como para que estos pequeños comercios tengan clara la viabilidad, sería bueno que se estudiara otra salida, tal vez la compensatoria, para que los vendedores alcancen los sueños que aun le quedan, y se olviden, como el metro, la promesa de seguir, para no acabar como este.
Sevilla a 29 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estévez
¡Adelante, por los sueños que aun nos quedan! Mire que se tuvo tiempo. Mire que se hicieron proyectos. Pues como si nada. Con la promesa de de seguir, como el anuncio, se eligió el peor de los momentos, justo con la llegada de una de las peores crisis, nada menos que para plantar en la Encarnación eso de las setas de la vanguardia de los champiñones.
El caso es que, llegado a este punto, malo será que semejante invento entre en uno de esos parones a los que nos tienen acostumbrado, y que llaman técnicos, para realizar los ajustes, especialmente los de las cuentas, pero todo será mucho peor si aquello se deja medio acabado, y lo de la estación del metropol, junto con lo de la energía renovable quedaran en el olvido. Entonces, el retraso, que ya se cuenta por años, de acometerse estas distracciones, la demora alcanzaría décadas.
No las tiene todas consigo para el futuro de este mercado, al que llamaron emblematico, en el que mas que mimo, los vendedores, (los cuarenta que resistan bajo las chapas para cobijarse bajo la epatante cubierta del polietapico complejo), sentirán escalofríos y estertores de un final, posiblemente no deseados. ¡Adelante, por los sueños que aun nos quedan!
Parecería más razonable que, sabiendo que el mercado municipal quedará en explotación por el concesionario, en este caso adjudicatario y constructor, y que serán las rentas de los vendedores una de las partidas para recuperar la inversión, y siendo previsible que alcance los alquileres y servicios una magnitud fuera de los cálculos como para que estos pequeños comercios tengan clara la viabilidad, sería bueno que se estudiara otra salida, tal vez la compensatoria, para que los vendedores alcancen los sueños que aun le quedan, y se olviden, como el metro, la promesa de seguir, para no acabar como este.
Sevilla a 29 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estévez
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Gritos
XXXV año triunfal
Emblematico, polietapico, epatante, e incluso con mimo, todo será tan difícil de entender, como de explicar, pero ahí está eso, formando parte de las transformaciones, que por innecesarias, mas parece producto de antiguas consignas, a fin de que no quede reconocida ni por el propio Hércules que, a falta de madre biológica de predictor facil, al putativo se le recuerde mas por el ADN, que por la Alameda, ¡Ay, Alameda!
En la callada mariana, dicen que el silencio es grito. Acaso lo de la Encarnación, llave del pacto, sea algo “sin palabras”.
En este nuevo aniversario, en el que se cumplen los siete lustros de una provisionalidad que se hizo condena, aun luce en la reja carcelaria, mostrando los jirones de las heridas del tiempo, la misma pancarta. Un grito amarillo que fue desplegado a principio del siglo de este milenio, para reclamar día a día, con sus grandes letras, un MERCADO, YA, aun sabiendo que es cosa inexplicablemente imposible. La modernidad de los tiempos, optando por el camino de la vanguardia, cambió lo amable por lo incomprensible, y que además, no se explica, (según se lee, por que no se sabrá entender).
No está previsto que se reemplace, para izar una nueva, en esta ocasional efeméride, que desgraciadamente no pone fin a una larga y silenciosa resistencia merecedora de mejor suerte. Será el confalón, pues, como una evidencia de lo que acontece. Con sus palabras rotas por los vientos, se podrá leer la demora sufrida por los cambios y adaptaciones de ultima hora ante la manifiesta falta de previsión, no solo en materia de seguridad, si no en el de la sostenibilidad, cosa de la que carece, a pesar de que nadie sepa el misterio de su funambulismo.
En el equilibrio de caída facil, los caídos, por el momento son los árboles del prado de San Sebastián. Otra encarnación de la modernidad en la que se sustrae un espacio verde consolidado, para colocar otro mamotreto de los llamados sostenibles. ¡Cuánto silencio!
Sevilla a 24 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estévez
Emblematico, polietapico, epatante, e incluso con mimo, todo será tan difícil de entender, como de explicar, pero ahí está eso, formando parte de las transformaciones, que por innecesarias, mas parece producto de antiguas consignas, a fin de que no quede reconocida ni por el propio Hércules que, a falta de madre biológica de predictor facil, al putativo se le recuerde mas por el ADN, que por la Alameda, ¡Ay, Alameda!
En la callada mariana, dicen que el silencio es grito. Acaso lo de la Encarnación, llave del pacto, sea algo “sin palabras”.
En este nuevo aniversario, en el que se cumplen los siete lustros de una provisionalidad que se hizo condena, aun luce en la reja carcelaria, mostrando los jirones de las heridas del tiempo, la misma pancarta. Un grito amarillo que fue desplegado a principio del siglo de este milenio, para reclamar día a día, con sus grandes letras, un MERCADO, YA, aun sabiendo que es cosa inexplicablemente imposible. La modernidad de los tiempos, optando por el camino de la vanguardia, cambió lo amable por lo incomprensible, y que además, no se explica, (según se lee, por que no se sabrá entender).
No está previsto que se reemplace, para izar una nueva, en esta ocasional efeméride, que desgraciadamente no pone fin a una larga y silenciosa resistencia merecedora de mejor suerte. Será el confalón, pues, como una evidencia de lo que acontece. Con sus palabras rotas por los vientos, se podrá leer la demora sufrida por los cambios y adaptaciones de ultima hora ante la manifiesta falta de previsión, no solo en materia de seguridad, si no en el de la sostenibilidad, cosa de la que carece, a pesar de que nadie sepa el misterio de su funambulismo.
En el equilibrio de caída facil, los caídos, por el momento son los árboles del prado de San Sebastián. Otra encarnación de la modernidad en la que se sustrae un espacio verde consolidado, para colocar otro mamotreto de los llamados sostenibles. ¡Cuánto silencio!
Sevilla a 24 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estévez
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Mimo, otra vez
Ciclos
Resguardado por la coraza del “cocoom” que le protege, permanece inmóvil en su propia “pupa” a la espera de su nuevo tiempo. Ciclo acabado, ciclo iniciado.
Se diría que tal como desaparece el verano, haciéndose veranillo, que no Otoño, en una prolongación que hace madurar al membrillo para traer las primeras gotas de magia potagia con el manto fresco (pase misí, pase misá), del truco elíptico de las estaciones, es evidente, que algo tiene que ver con el cambio.
En cambio, tal como desaparece la estación estival, continúa en estado larvario, se diría que “missing” aquella estación prevista en lo de la Encarnación que, en esotérico y bucólico anuncio, se le pronosticara inicio, que no “sementera”, para la próxima Primavera de ni se sabe cuando, y remate o conclusión, que no inauguración, ni recolecta, para un crudo Invierno Dios mediante. Cosas del cambio sostenible. (¿Cueces?,o enriqueces).
Los ciclos marcan los cambios, y lo insostenible queda sin fundamento cuando la sostenibilidad ni aparece por la micologica ocurrencia, aquella que tendría tanto mimo,(entiendase gesticulación sin voz), dicho en palabras, cuando con aquello solo se llevaba seis lustros, y adjetivar de agonizantes, a punto de fenecer, para proclamar, a punto de cumplirse el séptimo, que no había otra solucion, cuando menos más inexplicable, y con “eso”, (que ya se contaba que no se entendería), se llena un vacío abandonado a la suerte consistorial, y argumento baladí, para afirmar darle vida, nada menos que con la gloria del pasado, y no con el aparcamiento que con anterioridad se les vino a la cabeza, y una ocurrencia futurista, que se sabía que chocaría en esta ciudad, y que no se sabe explicar pues, queda dicho que no se entendería. Total que un cisma, para volver con el mimo.
Los ciclos proporcionan cambios, y en una huida hacia delante, un retroceso para afianzar posición, la callada pierde la voz de rapsoda de su propia conciencia en la profundidad de sus silencios, para volver de nuevo a lo del mimo, que suena a verborrea después de seis años de lo del aparcamiento y el mercado sotano.
De los bucólicos otoños, siempre se dicen que son calientes, ideales para reiniciar los ciclos abandonados tras la vuelta del ardiente verano. Una extraña temperatura, casi de calentura, para volver a la rutina, a la normalidad, vuelta de tuerca al tornillo.
Pero lo que cada año vuelve a repetirse sin que por el momento el cambio le afecte es la berrea, entiendase la llamada del cérvido dispuesto a la monta, y que en eso de “cubrir”, cubre con nota su expediente aunque desconozca los resultados.
Sevilla a 9 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estevez
Resguardado por la coraza del “cocoom” que le protege, permanece inmóvil en su propia “pupa” a la espera de su nuevo tiempo. Ciclo acabado, ciclo iniciado.
Se diría que tal como desaparece el verano, haciéndose veranillo, que no Otoño, en una prolongación que hace madurar al membrillo para traer las primeras gotas de magia potagia con el manto fresco (pase misí, pase misá), del truco elíptico de las estaciones, es evidente, que algo tiene que ver con el cambio.
En cambio, tal como desaparece la estación estival, continúa en estado larvario, se diría que “missing” aquella estación prevista en lo de la Encarnación que, en esotérico y bucólico anuncio, se le pronosticara inicio, que no “sementera”, para la próxima Primavera de ni se sabe cuando, y remate o conclusión, que no inauguración, ni recolecta, para un crudo Invierno Dios mediante. Cosas del cambio sostenible. (¿Cueces?,o enriqueces).
Los ciclos marcan los cambios, y lo insostenible queda sin fundamento cuando la sostenibilidad ni aparece por la micologica ocurrencia, aquella que tendría tanto mimo,(entiendase gesticulación sin voz), dicho en palabras, cuando con aquello solo se llevaba seis lustros, y adjetivar de agonizantes, a punto de fenecer, para proclamar, a punto de cumplirse el séptimo, que no había otra solucion, cuando menos más inexplicable, y con “eso”, (que ya se contaba que no se entendería), se llena un vacío abandonado a la suerte consistorial, y argumento baladí, para afirmar darle vida, nada menos que con la gloria del pasado, y no con el aparcamiento que con anterioridad se les vino a la cabeza, y una ocurrencia futurista, que se sabía que chocaría en esta ciudad, y que no se sabe explicar pues, queda dicho que no se entendería. Total que un cisma, para volver con el mimo.
Los ciclos proporcionan cambios, y en una huida hacia delante, un retroceso para afianzar posición, la callada pierde la voz de rapsoda de su propia conciencia en la profundidad de sus silencios, para volver de nuevo a lo del mimo, que suena a verborrea después de seis años de lo del aparcamiento y el mercado sotano.
De los bucólicos otoños, siempre se dicen que son calientes, ideales para reiniciar los ciclos abandonados tras la vuelta del ardiente verano. Una extraña temperatura, casi de calentura, para volver a la rutina, a la normalidad, vuelta de tuerca al tornillo.
Pero lo que cada año vuelve a repetirse sin que por el momento el cambio le afecte es la berrea, entiendase la llamada del cérvido dispuesto a la monta, y que en eso de “cubrir”, cubre con nota su expediente aunque desconozca los resultados.
Sevilla a 9 de Septiembre de 2008
Francisco Rodríguez Estevez
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