martes, 26 de agosto de 2008

Frankestein

Nada se destruye, solo se transforma

El autentico reality show se nos presenta como aquel doctor que en su concepto reparador alcanzó el demérito de su fama tras desfigurar a mas de noventa pacientes femeninas. Hay que aclarar que todas acudieron a su consulta con el fin de que le cambiara la cara, pero acabaron tan desfiguradas, que no dudaron presentar la correspondiente denuncia, ante lo cual, no tuvo mas remedio que poner pies en polvorosa.
Puesto en busca y captura, la policía tardó poco en echarle el guante. Tras su detención, prestó su declaración ante el juez y manifestó para su defensa que su señoría no sabe como eran las denunciantes antes de la intervención, y que a su modo de entender la belleza, el trabajo plástico las mejoró a todas.
Una salida mas propia de político que de medico para justificar las transformaciones llevadas a cabo, al punto que ni sus propias madres las reconocerían.
No seria propio de un galeno tratar males con artes políticas, ni de responsable de la gestión publica emplear procedimientos quirúrgicos, pero que se puede pensar cuando la mezcolanza se emplea en acciones que deberían de tener en ocasiones, por condenables, asiento en los banquillos.
En el documental de lo insólito se infecta de hogos, no una piel sensible, casi de gallina, estirada en lifting de sonrisa permanente, si no que la micosis se implanta experimentalmente en el mismísimo corazon.
En el quirófano de las urgencias, la circulación da un vuelco, cuando en un vano intento para mejorar la arteria principal, se llenan de trombos las vías secundarias, colapsando el flujo y el reflujo, para agravar la situación, a nada que aparezca el previsible choc, si el giro a la derecha lo ponen a la izquierda, confundiendo a leucocitos y hematíes.
Inoculando el picotazo de la tse-tse, el sueño inducido al punto de coma, al punto y seguido, el programa en directo nos muestra las imágenes de la disección de un pulmón, de amputaciones con motosierras, e incluso romper fuentes que ponen fin a gestaciones abominables.
Es evidente que la realidad supera a la ficción, que los robocores de la modernidad no dejan de ser interpretaciones futuristas de aquel doctor Frankestein que, de tanto miedo, impedía el sueño.
Sevilla a 26 de Agosto de 2008
Francisco Rodríguez Estévez

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