viernes, 4 de abril de 2008

Que poco dura la moda

La ultima modernidad

Con las cicatrices de lifting que le destrozaron la cara difícilmente pueda volver a recobrar su admirada belleza. Solo dispone del tiempo, para reparar esas marcas irreversibles, de buscar el estilista que pueda maquillar a fin de ponerla guapa donde quedó tanta fealdad, para si no puede obrar el milagro, al menos, que quede disimulado el deterioro “fashion” producido por la efímera moda, y quede, si no elegante, resultona. Vísteme despacio, pues toda precaución es poca, con esas prisas que, tan mala consejera resultaron. A falta de disfraz, tipo momia, todo se puede tapar colocando un burka.
Se presiente que algo tiende a cambiar cuando se anuncia que vienen nuevas tendencias menos agresivas. Se acabaron las modernidades. Se diría que tambien se terminaron las prisas, que llega el tiempo de las reconsideraciones, de las reflexiones, de buscar el punto amable, del consenso dicen, para encontrar los orígenes, sin desvirtuar el pasado.
Pero, en espera de esa ultima palabra, (que no llega), a lo de la Encarnación, que llamaron icono del momento, setas de las vanguardias, Encarnación rompedora en el pasado tiempo de los sueños, a la que la demora (por la seguridad anti-desplome) eterniza su phalica siembra, para inventar esa cosa como la imagen de un paisaje trasgresor, y caduco, que además, desatiende las recomendaciones de ICOMOS, acaso la medida le puede llegar tarde.
Todo será tarde para esa Encarnación a la que en la mala praxis el sarampión de los sueños la cogió de lleno, y en la fantasía onírica de la fiebre del mega aparcamiento imposible, le despertó la historia de su pasado, para dejar junto con la inútil rampa, en la profunda hipnosis, entre mimo y emblematico, la recuperación de su plaza de abastos.
Esa Encarnación, a la que cambian la perfumada fronda caduca de sus acacias, por la permanente umbría metálica de una cubierta. Esa Encarnación, a la que, paradoja de la vida, por esos vaivenes de la cambiante moda, después de esperar treinta y cinco años, solo cabía que, hasta la sensatez, le llegara tarde.
Sevilla a 3 de Abril de 2008
Francisco Rodríguez Estevez

No hay comentarios: