jueves, 3 de octubre de 2024

MIEDO

Miedo me da

Alcanzando la octogenia me lleva a pensar en lo que nunca había pensado, el futuro. Era siempre algo lejano pero que cada vez se nos acerca a velocidad de presente, de inmediato. Miedo me da pensar el  morir de viejo, no es que no le tenga miedo a la muerte, no, pues como sabéis nunca he sido legionario, ni persona temeraria, mas temeroso, que atrevido, más cauto, que audaz, diríase que un pelín hipocondriaco, pero no queda más que aceptar la muerte con la mayor dignidad posible, y si fuera mejor sanito que deteriorado.

Miedo me da pensar el llegar a tener que morirme  de viejecito, de gran dependencia, y que sea un problema para mis allegados familiares, por lo que ahora en la muy buena condición que tanto de salud como económica hoy me permite vivir, naturalmente  con las apreturas  que me llegaron durante toda la vida, larga vida laboral de autónomo, he decidido pensar en el ignoto y desconocido, pero cierto futuro. Llegado a este punto, me he encontrado con algunas personas que conozco y ahora fuera del ámbito familiar están residenciados en centros gerontológicos. De verdad entristece.

Pues como que me vino de pronto, repentinamente el mayor interés de programar ese galopante futuro, lo que irremediablemente con los años, y  mucho me temo también que me llevaran justo en el momento que me siente sin la condición física que me pueda validar para seguir sin tener que depender de ayuda en los principales actos cotidianos.

Por ello he visitado varios centros llamados residenciales, de siempre los imagínanos, peores que cuarteles, casi penales, dóndes la vulnerabilidad es un temor constante ante la posibilidad de que ni las atenciones que se ofrecen evidentemente nunca podrían ser como las que en la debilidad se hacen más necesaria, y la fría profesionalidad de los centros no puede suplir el despego que causaron las familias y que en estos lugares puede advertirse.

No cabe el capricho en sanos menús, ni horarios flexibles en la disciplina de actividades, entiendo que se hará difícil la socialización  con extraños desconocidos, con los que ya aburrirán conocer su pasado, y será difícil compartir el propio con nadie después de la frustración que causa sentirse en un lugar tan desangelado, tan solo para llegar a morir viejecito.

El interés me ha llevado a conocer varios de estos centros, solo de forma muy superficial y  en horas visita, les ocurre igual que estos centros de mayores que he comenzado visitar, todos huele a gerontología,  el  inconfundible aroma de kaireshu, antes 2-nonenal, que se mezcla con el detergente oficial, que bien podrían cambiar de perfumado fregasuelos semanalmente.

Me he preocupado por los menús y los he comparado con similares en distintos restaurantes económicos, que están entre los 9,50 euros y los 12. Y del costo de cama en pensiones. Oscilan entre 48 y 65 euros al dia, sin preguntar precio  para estables u pago mensual.

Acaso lo mejor sea que no me hare más cuentas, porque me ha causado miedo saber lo que cuesta morirse viejito y tener la pensión que me quedó, porque eso si que te mata de pena al no poder pagar lo que es un negocio, el negocio de los viejos. Pero no me quito de la cabeza la cantidad de edificios se órdenes religiosas semi abandonados, e infrautilizados al culto, o con un numero pequeñísimo  de religios@s, que bien podría transformarse en centros gerontológicos al menos para entrar  en competencia con la privacidad, asi lo mismo me daría suficiente con mi paga de autónomo.

Sevilla 3 de Octubre de 2024-

Francisco Rodríguez Estévez 

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