domingo, 2 de febrero de 2020

mercado de la Encarncacion
francisco rodríguez estévez
Jue 12/10/2006 16:24

La publicidad.

La propaganda es un mecanismo, por cierto nada moderno, para captar la atención de aquello que pasaría desapercibido, por eso la reiteran en todos los soportes posibles machacando con anuncios y carteles, la mayoría de ellos creando falsas expectativas, por idealizados,  y dificil de alcanzarlos, a pesar de las atractivas, por engañosas propuestas.
Basta ver lo que se anuncia, para caer en la cuenta de que los grandes carteles pasaron a la historia.
Cuando tiene que aparecer asumiendo los mano a mano, la tercera o cuarta fila, deja en evidencia el desinterés de las escasas primeras figuras en la poitica local, por no decir la falta total de estas, en los lances dialécticos, en la porfía de los recortes presupuestarios, en los estatuarios por la movilidad, los ayudados en subvenciones vecinales, los quiebros en seguridad, los afarolados en ecologismo y en los modernos desplantes de vanguardia. Toreo de salon.
Puede ser que guste el inmovilismo suicida del Don Tancredo, negro sobre negro, al que ni pitos ni flautas le inmutan, pero que ha dejado, por visto y aburrido, de apasionar su obsoleto número, por más que en desesperado intento trate de hacer un desnudo integral sin bajarse del pedestal, como que no cuela.

Sin más atractivo, anuncian a dos noveles, uno, de azul pavo y oro viejo, pidiendo a la grada, en los festejos para placearse, que diga, cuando el que tiene que decir, lo que tenga que decir, debe de ser el, y el otro, de verde pálido y plata oscurecida, que esta empeñado en hacer faena donde vuelan los papelillos, aun a riego que tanto viento le levante la franela y deje ver lo escasito que anda. Una terna para apaga y nos vamos, que parece mas propia del chavo, que hace las cosas sin querer, queriendo.
Pero esto es lo que hay, para una plaza llamada de primera categoría, pero el verdadero interés está, para los buenos aficionados, en los carteles de la verdadera corrida, la terrorífica, donde las orejas dan los cheques, aunque sea de oyente, y los capitalistas no dudan en encumbrar, para cargar sobre sus hombros todo el recorrido, del coso al hotel, la pesadez de la aclamada humanidad del triunfador de lo que puede ser una gran oportunidad para que se acabe con el tedio en la fiesta, y cambien las pasiones, al menos para que este giro en la plaza, con moscas y Sol, no ensombrezca sus tendidos con ideas tan raras como el playero parasol, que anuncian para la plaza de la Encarnación de las sombras, antes mercado municipal, pues de siempre ha bastado una visera publicitaria, donde se puede colocar un mensaje que nos vendría muy bien a todos, “Sevilla, no es mía”. Que Dios reparta suerte.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 11 de Octubre de 2006

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