Como gemelas idénticas de un mismo huevo, Encarnación, ¡Ay,
Alameda!, que habiendo sido criadas por distintas familias se encuentran tras
años de separación, optan una vez
confirmado que proceden del mismo útero la acertada decisión es no averiguar ni
quien la engendró, ni donde, por cuanto pudiera ser la consecuencia de una ocasional
e irresponsable descarga en la letrina, de aquí te pillo, y que la carga biológica
después de todo, llegado el momento actual, para ambas vidas carece de interés.
Lo de la Encarnación, ¡Ay, Alameda! Dos propuestas de
desfiguración originadas en una argucia de poder, resultó ser más que el
producto de una unión siniestra en los retretes, algo interesado para propiciar
el reparto en pacto de silencio, por más que el encuentro fuera realizado en
los servicios del establecimiento hotelero.
No cabía que se pudiera generar tal cosa en otro lugar, pero
ciertamente fue en los servicios del hotel, donde engendraron esto y donde se
blindaron las decisiones de las partes para estos céntricos enclaves a sus
respectivos caprichos, Tu Alameda, Yo Encarnación, que cono se sabe, aun siendo
piezas separadas, formaron parte del reparto, como las gemelas de tu a Boston,
yo a California, que teniendo único origen de numero rojo en la concepción, como las gemelas
idénticas que se encontraron después de quince años corrieron distintas suertes.
La Encarnación, ¡Ay, Alameda! Siendo proyecto imposible, aparte de una
demora de más de tres años y unos costos que casi triplicaron los previstos,
que se saltaron la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, las normas sobre
sostenibilidad, las de accesibilidad en los edificio públicos, y para colmo el
propio Reglamento de mercados, pero todo ello por realizar a todo costa, nunca
mejor dicho de las arcas municipales, lo que la empresa especializada había dictaminado
que no se realizara. Caprichos. Todo con un informe del Secretario sin aprobación
para que se justifique tal actuación y se depuren de inmediato las posibles responsabilidades.
Las gemelas idénticas quisieron ignorar su pasado temiendo
conocer la más que posible procedencia, en lo de la Encarnación tan desfigurada
que no la reconocería ni la madre que la parió, ¡Ay Alameda! Aun sabiéndose lo
de los retretes está por ver si los servicios eran públicos o en propio
beneficio.
Sevilla a 23 de julio de 2015
Francisco Rodriguez
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