jueves, 16 de mayo de 2019



El sindrome de salmon (mayo de 2006)

Resultado de imagen de el roto que engaño al diabloEnrojecidos



En estos días tristes, en los que abatido me encuentro, pierdo las ganas de perseverar en nada, y menos para seguir blandiendo el estandarte que tan inútilmente reclama razonamiento. Son duros días en los que aparece el deseo de abandonar las ideas que con tanta firmeza mantengo, incluso para pensar si la derrota sería la vía de alcanzar un merecido descanso para este maltratado espíritu luchador, al que siento agotarse, y recuperarle para nuevas contiendas, a ser posible en lizas mas equilibradas, donde el oponente no luzca el invencible pendón de la estulticia.

Resultado de imagen de el roto que engaño al diabloEl salmón busca sin desmayo alcanzar su destino y no duda en encontrar su final remontando a contracorriente para alcanzar su objetivo. Es su lucha. Un descomunal esfuerzo del que no puede salir porque su instinto le hace esa llamada, para algo tan simple como que su especie continúe, por eso abandona todo, e inicia una singladura sin retorno en la que tiene que enfrentarse además de al dulzor que envenena su sangre, con los obstáculos que en increíbles saltos remonta para llegar a los limpios remansos de su origen. ¿Pero que sería de ellos si decidieran en actitud acomodaticia quedarse en las Barbados, meciéndose en las cómodas hamacas de sus olas, y paseando por placer en el bosque de sargazos?.

Seguramente que el final le llegaría, como a todo ser vivo, pero con seguridad su desaparición afectaría a otras muchas especies que se aprovechan de ese holocausto ictio, pues la odisea genética no deja de ser una poesía de amor y sexo para que su especie no se extinga, a pesar del ser humano, y que gracias a su frenesí desmedido, casi absurdo, hace que siga habitando este planeta azul, como su brillante piel, que enrojece a medida que remontan las corrientes, lo cual no deja de ser un motivo que resulta “también” natural en los salmones, pero, ¿merece la pena?.

A veces en estos momentos bajos, cuando el cuerpo viene a reclamar un descanso al desgaste que sufre por el choque con esa enorme presa que levantaron los intereses, donde la torpeza puso tan gigantesco obstáculo, espuria barrera que impide seguir el curso natural, busco una parada reflexiva, para encontrar la ruta adecuada en el turbulento caudal, de desconocidos fondos, para salvar ese impedimento anti- natura, trampa mortal, que me trae la desgana, y la duda, en la desesperanza, al punto de pensar de que si no sería mejor llegar al abandono de la palabra con el objeto de encontrar la precipitación que permita, al menos, poder optar para el final, el logro de unas merecidas vacaciones, negociando el cese permanente a las hostilidades, abandonando la beligerancia, cambiando el objetivo, a cambio de obtener un sustancial premio al silencio, como bolsita bermeja, mortal copo como almadraba, rubor de rosa carne que se vuelve encarnada, como piel de salmón en sus boqueadas sobre los guijarros, para que me remonten los ánimos hasta los tranquilos remansos de los anhelos dorados de una vejez sin estrechuras, pues a fin de cuentas seria mejor acabar, fin que nos reserva el inexorable destino, con las espaldas cubiertas, aunque enrojeciera de vergüenza, cambiando la piel de las ideas, que hacerlo exhausto, en un continuo y desesperado intento, con la espalda destrozada. Pronto se me levantará el ánimo.

Sevilla a 22 de Mayo de 2006

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