sábado, 2 de julio de 2022

Salto de calidad

Tsukahara

 Ya me hubiera gustado realizar el prodigioso vuelo de salida y clavar el ejercicio. El salto de calidad tiene su gran dificultad.

Acaso fuera porque a lo largo de tantos años el esfuerzo no partiera de modo individual  que exije el salto y todos los intentos deportivos siempre fueron de equipo, de colectivo, así, partiendo del baloncesto de la OJE, al waterpolo del Natación, pasando por el hockey que en el debut por poco me destroza la cara del impacto que recibí con su vidriada bola, ni el rugbi incipiente, ni el futbol local que practique durante años, ni tan siquiera el beisbol del que tengo titulación me podía producir la sensación del vértigo que me aparecería en esa dificultad deportiva. 
De salida, un Tsukahara para finalizar. Un sueño imposible.

 En la soledad del silencio interior la pirueta se repite en la mente del practicante, con la fijación del clavado final para que este le otorgue la satisfacción de haberlo logrado. Cada día el Tsukahara de salida se hace imposible, es un reto diario clavar el resultado que se tiene en la mente imaginando alcanzar el objetivo deseado.
Evidentemente no hay posibilidades. En el silencio del laberinto realizar la simpe vuelta de campana, una Mae-Ukemi como practica elemental para aprender a caer, ya se hace dificultad, siendo tan fácil que ocurra el temido batacazo. Pero no deja de sorprender como a diario para clavar mínimamente los objetivos, como un sueño de dificultades en el difícil salto, realizar el Tsujkahara del deseo, se está haciendo parte de una rutina dontancrediana, que malo es si carece de equilibrio indispensable para sostenerse y peor cuando parece difícil que se aguante mínimamente los segundos que contabilizan cuando llegue la competición.

 En el colectivo no puede existir el individualismo para llegar al objetivo, sería un bucle suicida con código de barras y fecha de caducidad, el Tsukahara en el grupo es posiblemente un salto de soñada salida del general, para terminar por quedarse clavado en el inmovilismo del grupo. Salir cada día del ideal salto del ayer a la realidad de un presente sin equilibrio, como un Tsukahara imposible, sin estabilidad, en el que el vértigo del segundo vuelo vislumbra el mañana más incierto, que solo es posible por la disciplina metida en vena.
 Camara en marcha, luces apagadas, ni un minuto mas.

 Sevilla a 2 de Julio de 2022 Francisco Rodriguez

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