viernes, 22 de julio de 2016
Sinécdoque
Sinécdoque
Quedarse en una parte o dos del todo, llámese hito o mojón, modernidad o patochada, vanguardia o papanatismo, en referencia a “metropol” que a falta de metro, queda en el asfalto la enorme sombra que descubre en cada paso los horrores de los errores.
Quedarse en lo de la puerta automática, por las aleatorias de pesadas hojas que incumple la Ley de Accesibilidad e impiden el paso a cuantas personas no pueden por si sola abrirlas, sería igual entender al bicho que cada mañana te suelta el ponzoñoso aliento con solo buscar el pasillo de una apestosa y caliente calle interior que tiene por pares colocadas las puertas que se supone corresponden al laberintico mercado municipal.
Quedarse con solo dos detalles, de los cien que se pueden contabilizar en ese todo micologico tal que fuera sinécdoque, sería el mayor ejemplo de no querer ver nada, no escuchar nada, y lo peor no decir nada, tal que fuera Mizaru, Kikazaru, Iwazaru. Pero bastaría dar un paseo desde la ruinas a la nube y ya encontraríamos salidas de aire caliente, registros succionando pozos negros, puertas encastradas en el olvido, basas con los materiales saltados, ausencia de servicios públicos, y seguir hasta completar el centenar de bondades incluyendo la que quedan definidas en la Ley de Patrimonio Historico de Andalucia.
Que no disponga de renovación de aire en la llamada plaza municipal de abastos hace que los olores sean los inadecuados, comprobar la distribución de los espacios comerciales indicaría que en absoluto el espacio fuera diáfano, como se recomienda en estos, pero en ese día nadie estuvo al tanto y este es el insufrible resultado.
Si esto fuera todo, después de más de cinco año, cabe suponer que hubo suficiente tiempo para ir resolviendo algunas cosas. En el laberinto de esta Encarnacion bajo las setas todo está en querer o no querer ir dándole solución a tantas deficiencias, pues no puede ser solo lo de la puerta o los desagradables olores, lo que tenga parado a estas responsabilidades, la municipal y la adjudicataria, cuando por días languidece en el solitario mercado los pobrecitos placeros que ni quieren ver, ni escuchan, ni dicen, completan el saru .
Publicado por Paco en 9:34 No hay comentarios
Quedarse en lo de la puerta automática, por las aleatorias de pesadas hojas que incumple la Ley de Accesibilidad e impiden el paso a cuantas personas no pueden por si sola abrirlas, sería igual entender al bicho que cada mañana te suelta el ponzoñoso aliento con solo buscar el pasillo de una apestosa y caliente calle interior que tiene por pares colocadas las puertas que se supone corresponden al laberintico mercado municipal.
Quedarse con solo dos detalles, de los cien que se pueden contabilizar en ese todo micologico tal que fuera sinécdoque, sería el mayor ejemplo de no querer ver nada, no escuchar nada, y lo peor no decir nada, tal que fuera Mizaru, Kikazaru, Iwazaru. Pero bastaría dar un paseo desde la ruinas a la nube y ya encontraríamos salidas de aire caliente, registros succionando pozos negros, puertas encastradas en el olvido, basas con los materiales saltados, ausencia de servicios públicos, y seguir hasta completar el centenar de bondades incluyendo la que quedan definidas en la Ley de Patrimonio Historico de Andalucia.
Que no disponga de renovación de aire en la llamada plaza municipal de abastos hace que los olores sean los inadecuados, comprobar la distribución de los espacios comerciales indicaría que en absoluto el espacio fuera diáfano, como se recomienda en estos, pero en ese día nadie estuvo al tanto y este es el insufrible resultado.
Si esto fuera todo, después de más de cinco año, cabe suponer que hubo suficiente tiempo para ir resolviendo algunas cosas. En el laberinto de esta Encarnacion bajo las setas todo está en querer o no querer ir dándole solución a tantas deficiencias, pues no puede ser solo lo de la puerta o los desagradables olores, lo que tenga parado a estas responsabilidades, la municipal y la adjudicataria, cuando por días languidece en el solitario mercado los pobrecitos placeros que ni quieren ver, ni escuchan, ni dicen, completan el saru .
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