En el laberinto de la plaza municipal
de la Encarnacion, el tedio se aloja en su desolado viario interior. Al galimatico
diseño, tan absurdo y anti-comercial se
le une la lastimosa imagen de los puestos cerrados. No obstante, y a pesar de
las dificultades que existen para dar con el sinuoso callejón donde colocaron
las aleatorias puertas de pesadas hojas, cada mañana llega el bullicio procedente
del lejano Oriente en vertiginosa carrera
para alcanzar los retretes que ofrece la plaza municipal de abastos. En oleadas irrumpen en el silencio que allí se
observa, en mayor grado por día, ante la ausencia de los posibles clientes cada vez
más escasos, ausentes y alejados.
Los grupos de asiáticos, entran
en el mercado amarillo, por el color del fenolico empleado para el revestimiento de paredes y columnas
salvando a tropel la basa de la seta cinco, los veladores del un bar, los
macetones de otro, y la cubierta de una pergola terraza con veladores en espera, del que tapa casi por completo la visión
de la calles, y que por esa posibilidad en menor distancia que la de Regina, al
menos no saca el pestoso aire, tal como ocurre por la parte de la seta uno, que
esconde tras el parterre el ponzoñoso bajio, y la gota malaya de bienvenida.
Pasen y vean.
Lo cierto es que el numerosos
grupo de este emergente mercado amarillo, solo llega a lo la Encarnacion para
que por cuenta de los pobrecitos placeros, en el aburrimiento de las pésimas e insufribles ventas lleven a ofrecer involuntariamente un esmerado servicio de relajación
de esfínteres, y sean desde el mercado amarillo de esta Encarnacion, como
anfitriones de este turismo de futuro que el mercado amarillo dicen los
analistas que ofrece. Creo que no se refieren a la proliferación de tiendas que
venden de todo, con la calidad de sus precios, mas parece al turismo que viene
a ser la primera industria en Andalucía,
y como diría aquel visionario vice-Alcalde, emporio de riquezas para la
Encarnacion.
Tal vez sea que tal suerte sea el
mimo, como diría el doctor Sánchez, en tiempos de responsabilidad, lo que haga
que esos placeros sean los que desinteresadamente pagan el costo de tan importante
servicio a la ciudad, y aparte de la limpieza, la luz, el agua, el papel, la
seguridad, la limpieza, el mantenimiento que se lleva en los mismos, pues como
que aún está por ver cuando los
pobrecitos placeros harán sus números y saquen , en consecuencia algo en claro,
pues por muy tedioso que resulte, es evidente que estos fungibles no se descuentan de las tasas municipales.
En el aburrimiento dentro de
aquello, divierte verlos cada mañana tratando una vez cumplimentad las evacuaciones
y emergencias intentando encontrar la puerta,
y debe de ser que aliviados pierden el sentido de la orientación cuando buscan por donde no la hay.
Sevilla a 5 de Agosto de 2016
Francisco Rodríguez Estévez
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