Con las claras de estos días de un incipiente verano que
hace ver en las luminosas mañanas como calentará el Sol, llegar hasta el laberinto
es algo ya de por si desagradable, pues en la misma boca de entrada que en
lugar de estoma parece que sea cloaca de esta ovípara serpiente, donde el bicho
suelta todo el fétido bajío como dando una bienvenida justo donde quedo
emparedada la puerta modernista.
A pocos pasos tratando de evitar el pestoso rebufo,
acercarse al cristal puede acarrear que el desague mal instalado del parterre
de la azotea descargue todo el agua de sus goterones en la puerta de arco, antes de advertir todo el
calor que se recibe en el sinuoso pasillo donde a primeras horas se procede a la
limpieza del mismo para que al menos las colillas y suciedad amontonado en la
noche por los clientes de los negocios anexos, no causen peor sensación a los
que intentan llegar a la laberíntica plaza de abastos municipal, donde la deficiente
instalación para la refrigeración de un aire de mil vueltas y sin renovación hace
que lo mismo unos placeros sientan el calor del aire viciado y el pescadero tenga que colocarse
la bufanda.
Es pues la bufanda del pescadero lo que hace ver la malísima
instalación por cuanto la regulación nos hace ver cuanto sucede en el interior
del laberinto, y no solo por los placeros que huyen, o intentan huir de unos
gastos devoradores, donde el público es un bien escaso, donde convertir una calle publica en bar de copas ni
tan siquiera baja el prorrateo de tantas partidas compartidas en servicios, ya
sean higiénicos, o de transporte.
Por supuesto que el de aparcamiento sigue vedado a la voluntad caprichosa del encargado de mantenimiento, que por cierto en el cuarto de relés térmicos y cuadro eléctrico, comparte oficina con el servicio de seguridad que también es compartido.
Por supuesto que el de aparcamiento sigue vedado a la voluntad caprichosa del encargado de mantenimiento, que por cierto en el cuarto de relés térmicos y cuadro eléctrico, comparte oficina con el servicio de seguridad que también es compartido.
Las setas, aparece
como icono de modernidad en los cromos del campeonato fútbol de Europa, penita dará ver a los
turistas buscando la puerta automática, esa que es obligatoria por Ley, con excepción de lo de la
Encarnación, plaza municipal, pues como que olvidaron de colocarla, pero eso
hace para seis años, en la actualidad poca explicación tiene, viene a ser como
la bufanda del pescadero, que con un cierto amargor asevera con buen saber que
de seguir la cosa así poco a poco, todos no vamos a quedar “helados” y no será
precisamente de frio, como bien sabe la concesionaria y el concedente. Que duro
va a resultar el verano.
Sevilla a 14 de Junio de 2016
Francisco Rodríguez Estévez
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