martes, 3 de mayo de 2016

El brazo muerto

Carlos Mármol | 17 de diciembre de 2010 a las 3:21
Uno de los argumentos a los que el gobierno local de Sevilla recurrió cuando tuvo que explicar las razones de haber elegido el Parasol diseñado por Jürgen Mayer fue la necesidad, al parecer imperiosa, de que se “democratizaran las vistas” de la Sevilla histórica. Según el criterio de Monteseirín, la visión del horizonte hispalense más tradicional estaba restringida sólo a aquellos que disfrutaban de una terraza con mirador. Los cielos que añoraba el idealista Romero Murube debieron perderse aquel día.
Basta ascender a la Giralda para darse cuenta de la escasa solidez de tal argumento, pero esto, claro es, entonces no era lo realmente importante. Lo trascendente consistía en convertir el Parasol en un artefacto popular y democrático para que las voces que critican su estética quedasen retratadas como la de unos pocos elitistas caducos. “El tiempo nos dará la razón”, sostenían. O mejor: “La historia nos absolverá”. Veremos.
Al final, como es sabido, el asunto de la Encarnación reventó por el lado de los dineros, que, bien mirado, en realidad es un argumento más popular y democrático –sobre todo en tiempos crisis– que cualquiera de los hermosos itinerarios panorámicos que se proponían desde la Alcaldía como cebo para captar a los incautos y como pretexto para los noveleros.
METROS~1
Todo esto ocurría antes de que se dieran cuenta de que en el fondo no sabían cómo construirlo y mantuvieran el secreto bajo siete llaves durante varios años, sin preocuparles las consecuencias que tuviera su singular huida hacia adelante. Ahora ya se adivina cómo está haciéndose el Parasol: con dinero público (eso estaba claro desde hace bastante tiempo) pero, además, incumpliendo justamente las promesas que en su día se vendieron como algunas de sus mayores ventajas. La mayor: contar con una estructura arquitectónica moderna que ofreciera la posibilidad de cruzar andando, sintiéndose como suspendido sobre el aire, el ensanche de la calle Imagen hasta llegar al inicio de Puente y Pellón.
La cubierta del complejo comercial, todavía a medio hacer, aunque ya se adivine su imagen definitiva y haya quien la haya inaugurado hasta tres veces, no soporta el peso necesario para garantizar las excursiones aéreas que planteaba la Alcaldía. Se podrá subir al artefacto, pero únicamente a los parasoles situados en el perímetro del antiguo solar de la Encarnación. ¿Para qué hacía falta entonces situar una inmensa seta en mitad de la antigua plaza histórica? El Parasol número 6 queda así como el brazo muerto e imperfecto de un inmenso esqueleto cuya seguridad total requiere pruebas de carga que todavía están por hacer.
La decisión, al parecer, se adoptó hace un año. De nuevo se ocultó a los que financian el capricho, que son los sevillanos, a los que todavía se les dice que podrán subir sin pagar al mirador –su entrada la pagarán en realidad vía impuestos gracias a la línea de crédito que el Consistorio tiene abierta a Sacyr, la empresa concesionaria– cuando la realidad es que el recorrido turístico será muy distinto al previsto. Todo esto no importa, claro. Ni tiene mucho interés. La cosa es cantar victoria. Laus Deo.

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