jueves, 16 de julio de 2015


En verano

Es sabido que no es conveniente necesitar los servicios sanitarios en este tiempo que, entre recortes y permisos, las atenciones en urgencias  sufren un deterioro tal  que en algunos casos hasta es comparable, e incluso superior, al que padece el damnificado que acude por necesidad al centro sanitario buscando el remedio.
Como cada verano, los medios se hacen eco de las deficiencias que en ellos advierten los pacientes cuando les llega la información de una experiencia sufrida, y que le sirve para realizar el artículo.
Puedo decir que después de leer la reciente publicación al respecto en un medio, esta se me hace casi dulce con la realidad que se soporta en carnes propias.La urgencias no son para el verano.
Después de permanecer tendido en una carretera secundaria, como consecuencia de un accidente casero, visto que la pérdida de sangre, el nerviosismo, y el inmediato desvanecimiento me podría llevar a una situación peor, hizo que por suerte pudiera detener el coche en el que me dirigía desesperadamente a un centro sanitario, y no tuve otra que tenderme en el suelo.
Acaso media hora pasó para que alguien se detuviera y se interesara por lo qué me sucedía.
Por suerte este me dujo que era medico y cuando observó la situación, aparte de hacer un reconocimiento dándome una cierta tranquilidad, se encargó de llamar a una ambulancia, a mi familia e incluso a esperar que me reincorporara del suelo.
Resultado de imagen de Sillon de hospitalLa llegada de la ambulancia tarda, y aun mas la tensa espera de la evaluación que una vez en el centro tiene calificación p3,  lo que llevará su tiempo en ser atendido.
En el servicio de traumatología de inmediato radiografía, y a su vez, una primera cura para la desinfección y varias inyecciones que se me hacen fueran calmantes y antiinflamatorio. Hay que esperar.
Parece ser que el doctor tiene otras prioridades, y visto los resultados aconseja que se realice cirugía plástica, y el ingreso con antibióticos, sueros y vías, en un sillón con los brazos en alto, en espera de un cirujano. Noche en blanco, terrible noche en blanco con luces encendidas, continuos ingresos, quejas y ruidos de los doloridos pacientes, y una tortura de un duro sillón que posiblemente tenga un costo superior al de una cama. ¿Cuándo llegará la mañana?
Con seguridad en una cama, hubiera llegado el sueño reparador, pero me dicen que aparte de que no hay cirujanos disponible, tampoco hay camas.
Al parecer tuve mucha suerte, pues una vez pasada la madrugada, el día trajo la llegada de un cirujano que después de quince horas en un sillón de tormento llevaría de inmediato la operación.
Cuarenta y ocho horas después, en enfermería, la persona que me atiende levanta los apósitos y califica que la herida tiene buena cara, pero que ya ha llamado al cirujano, que está en quirófanos, y tengo por delante varias personas que a simple vista sufren lesiones de gran importancia, por lo que me recomienda que una vez llevada la cura, que vuelva en cuarenta y ocho horas. No acierto a imaginar que solo hubiera un cirujano en el centro.
Tuve suerte, sin cirujanos, sin camas, y permanecer en fin de semana en un torturador sillón sin descanso, que pude salir de centro de urgencias, en solo quince horas, tras perder la matriz ungueal, y con la remodelación de un pequeño muñón para el anular Malditos recortes.
Sevilla a 16 de Julio de 2015

Francisco Rodriguez Estevez     

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