El balance salvador
Que pena que no existan balances periódicos, similares a los
que se ajustan en las casas a mediados de cada mes para llegar a su conclusión
sin sufrir el quebranto de los deseos.
Si hubiera responsabilidad económica en la gestión publica,
cuantos hitos, eventos, y caprichos se quedarían en el papel.
Que pena que endeudar, hipotecar, sean conceptos que, cuando
abre la cartera propia sean capaces de poner la carne de pollo griposo al más
pintado, y con la ajena, se juega al monipody sin miedo a los embargos
ejecutivos con efecto desplumadores a poco que se tuerzan las cosas.
Representar, como misión de los representantes, ni que decir
tiene que se debe realizar con el rigor y la honradez, la fidelidad y la
confianza que en ellos se deposita, no caben alegrías de motu propio.
En el monipody, parece que se olvidan estas premisas, y nada
mas iniciada la salida, tal como cuando acaba el recuento, viene la indolencia
del dinero de papel, más si cabe si
durante la partida no se realizan unos exigibles balances de la situación,
tanto económica, como de gestión, para evitar las desviaciones en el juego, por
si hay que dejarlo, y el jugador que entre con el cambio lo tenga todo medianamente claro.
Que pena que todo el debe no se endose al que lo causa, a
buen seguro de que poquitas cosas se realizarían tan alegremente, pues sin duda
no hay nada que duela más que la cartera propia.
El monipody es un juego inspirado en un patio del arrabal de
una ciudad del país de ciudades de la gran nación de naciones. Algo serio. Un
paraíso para el lápiz urbanista de recuperar espacios para el ocio, y el
negocio de constructoras, de tal suerte que a los ociosos indigentes le
arrebatan sus espacios de asentamientos a golpe de maquina o de bolsas de
plásticos, para luego crear nuevas bolsas de inseguridad, bien por los
socavones y zanjas, por restos del pasado, e incluso por la miseria del color
de la cartera, el dominio de lenguas vernáculas, la desestructuracion, y lo
fácil que resulta enriquecer a quien en su incultura académica, social y
económica esgrime irracionales soluciones al alcance de la mano. El patio lo
aguanta todo.
Recuperar el arte de andar, incluso por el centro,
reconvirtiendo el parque de las libertades, necesitará sin duda de mucha
seguridad, aparte del dinero, para que no vuelva a quedar tanta iniciativa no
prioritaria convertida en pesadilla de una construcción en la que poco más de
un sueño, pero desvelado pagando
facturas, nos deja con las carnes abiertas sin el flujo vital de las arterias
vitales de la comunicación, atascadas en sus entrañas, y una piel sensible a la
que hay que zarandear para quitarle la hipotermia que sufre, como una alameda
de eventos y otras cosas, un prado de noria, una plaza de armas tomar, un
americano jardín abandonado como una ría de plaza de España fraccionada por el
vandalismo, un jardín de valle de lagrimas con una muralla de película romana,
y una Encarnación de broma. Al menos salvamos al Salvador.
Sevilla 14 de Enero de 2006
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