domingo, 17 de mayo de 2015


Resultado de imagen de tomas y las heridas en Pentecostés

Y ahora, ¡sí!

 El misterio de la Encarnación en la incredulidad de la herida revive y toca a su conclusión, llegado el tiempo en el que todos aguardamos para que pronto acabe felizmente, lo que ahora se empieza.
¡Claro está! Después de treinta años de espera. Este nuevo mercado de la Encarnación de mis carnes, que sueño, que sufro la provisionalidad con sus escarnios y sus silencios, sus abanderamientos y abandonos de usar y tirar, fue hasta tres veces negado desde la jornada de reflexión, penúltima vez que intentaron enterrarle, hasta este esperanzador Pentecostés.
La sensatez llegó, como las lenguas de fuegos, para reactivar las neuronas congeladas en las cámaras urbanísticas, y utilizar en la  confusión idiomática, un esperanto universal  para que todos lleguemos a entender de una vez por todas que,  el mercado de la Encarnación se construirá en superficie.
Carmona y Guerra (en compañía de otros) con sus actuaciones pre-urnas, y  las sorprendentes declaraciones, post-comicios, del notable portavoz Carrillo, pretendían una vez más enterrarle antes de que llegados los acuerdos y pactos, en este caluroso peregrinar de culebrones, se dieran por concluidos.
Hasta tres mil veces tres, los ciudadanos le defendieron como si de un dogma de tratara. Pero al final de este principio solo ha bastado que el espíritu  del mimo, (al que hizo alusión el electo Alcalde, responsable de la política gestual) estuviera presente en el cenáculo participativo, para que Paula, al igual que Saulo desmontado de la cabalgadura, se erigiera defensora de la verdad, y firmando la alianza nueva y eterna con Caballos, omnipresente en el hospital y en el convento, centauro en Oriente y  Pegaso en la falla de San Francisco, le pusieran alas en las rubricas a los vuelos de  la Encarnación, en este camino, como del Rocío, que se inicia en este Pentecostés de 2003, de fiesta para los sevillanos.
Ahora , y de momento ¡Sí!. Mañana, no sabría que decirles.
Sevilla 30 de Mayo de 2003
Francisco Rodríguez Estévez


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