Con el misterio de la Encarnación, nos llegará este cuarto,
del tercero en que empezamos a contar. La esperanza está que para el florido
quinto, los sobres secretos, que al florear el capullo dejaran de serlo, lo
cual permiten vaticinar que entre los
vuelos del primero y el pirado segundo, se nos abrirán nuevas incógnitas. ¿Qué
otra cosa cabía esperar de este misterio de la Encarnación?
El tercero, de principio radiante, de prisas frenadas, de
hallazgos y vetos de pasos, de ventanas y parones, de vista panorámica y
concurso, se termina. Un tercero de negociaciones y manifestaciones, de
anclajes e informes contradictorios, de dimes y diretes, de administración y
administrados, de junta y consistorio, de culturas y de barbaries, de rampa
enjaulada y expediente de dominio, de adjudicatarios y liquidez, se acaba y
acaba, al menos, con la incertidumbre de la plaza de abastos que, por chiripa,
definitivamente se realizará en superficie (si es que comienza) antes de que se
acabe el pacto (si es que se acaba)
Todo se acaba. Todo,
menos la plaza de abastos de la
Encarnación, que lleva tantos años esperando para que la acaben y ni siquiera
la empiezan.
De suceder acabará por el principio, cuando el final
empiece. A pesar de todo, cuando de verdad, de verdad, comience (se dice el
sexto) pero no será hasta el séptimo su final
previsto, más bien el octavo, y puede
ser que acabe también como acaba este, tercero del tercero, y empiece el
cuarto, (que siendo tres y uno, será el treinta y uno), para volver a empezar.
Sevilla a 18 de Diciembre de 2003
Dia de la Esperanza
Francisco Rodríguez Estévez
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