Nos las prometíamos muy felices y no pudo ser. Cuadernos de Roldan, como conjunto de personas
con compromiso ciudadano y el objetivo claro de difundir la Cultura a través de
sus publicaciones había previsto entrar en el blindado solar en visita guiada
por expertos historiadores, y poder contemplar, por fin, los trabajos llevados
a cabo en la Pequeña Julia. Lamentablemente
está visto que no hay manera de penetrar más allá de la panorámica de desolación que el
ventanal, fruto de la exigencia, se ofrece a la vista en el acorazado solar de
la Encarnación.
No faltaron los invitados a la cita, ni el Sol en la
brillante mañana del cuidado acto, tras los días de aguaceros, ni tan siquiera
los curiosos transeúntes sumándose a lo que acontecía.
Todo a pedir de boca excepto el papel. ¿El papel? Mas de
cien personas y no teníamos el papel, un permiso. La organización tuvo a bien
que este fuera solicitado en tiempo y forma, por los cauces posibles e incluso
por los de favor, y asevera que fue permiso concedido mil veces de palabra pero
no llegó. El vigilante tiene la orden de no dejar pasar a nadie en este sábado siendo
el único responsable. En su lugar una llamada telefónica, minutos antes de la
fecha programada, para desdecir el prometido documento el dador verbal del
mismo, persona del consistorio que anula
la debilidad de su palabra con un argumento infantil, por no llamarle infame. “Tras
los días de lluvia el yacimiento arqueológico está intransitable”.
Me pregunto qué pensaba el librador de la misiva telefónica.
¿Tal vez que la centuria de hispalenses que esperaba visitarlo realizaría un
guateque sobre las teselas de los mosaicos de los pavimentos romanos?, ¿quizás
que celebrarían una barbacoa en el ábside de la basílica paleocristiana? ¿Acaso
que prepararían unos pinchos morunos en la casa almohade?, o se imaginaba que
estos practicarían puenting desde lo alto del gran lienzo de muralla.
Lo cierto es que fue una oportunidad histórica para no
esconder más la historia de tanta historia de ocultaciones, a menos que se
encuentre otra explicación. Es cuestión de preguntar. Pero lo más seguro es que
en lo de la Encarnación nadie tenga la respuesta.
Sevilla a cuatro de Octubre de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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