Parece que se deben embotar las conducciones en las seseras
de los pensantes, cuando dejan de pensar con tan solo el oír su nombre. Resulta
que a poco que se mencione la Encarnación, entran fatiguitas de muerte y tembladeras
de inseguridades en las caobas, y en las doradas hebillas, pero como el palo no
importa, leña al mono.
Bajo la piel de asfalto, las conducciones, como entramados
de la vida, llevan las energías, gas, electricidad,
el agua, y teléfono para las
comunicaciones, así como las cloacas, conducciones hediondas, evacuan las
fecales que la ciudad genera, junto con las que captan el agua de lluvia o riego,
por lo que es vital que los conductos estén siempre en estado optimo para una
buena circulación. En la superficie, el viario sufre de evacuación lenta.
El imperativo de las nuevas conducciones que se efectúan en
las inmediaciones de la Encarnación, que por los devastadores efectos causados
más bien merecería llamarles estragos, y por atentado al comercio, por lo menos
kamikazes, ya que se trata de conductas más propia de estos insensatos pilotos,
a los que habría que retirarle el permiso de conducción, borrándole todos los
puntos del tirón.
Aunque en esta ocasión el cerco de obras, no tiene oblicuos
ojos, amarillea el bermellón de la abnegada responsabilidad, que ocasiona tanto
levantamiento.
Este ultimo mazazo dado al centro y su comercio, tiene
tintes de homicidio frustrado en grado de tentativa, y resultará mortal de
innecesidad, pues siendo tan justificable, en esta ocasión, y al parecer tan
necesario como tan mal planificado donde hubiera bastado realizar esas
lacerantes obras, con algo más de sentido, tal vez por fases, en lugar del
método nipón utilizado, sin que tuviera que dejarse esta Encarnación agonizante
por el seppuku, y su zona de influencia sin la fluidez vital del servicio público
de transporte.
Justo hace dos años, tuvo lugar otro corte similar de este
importantísimo servicio, que cada día permite acceder a miles de
ciudadanos hasta la Encarnación, el
motivo en aquel caso fue la creación de la inútil rampa a ninguna parte de la
calle Imagen, importante arteria de acceso, estrangulada inmisericorde, como
hernia testicular, y cuya operación tuvo una duración de cuatro meses, para
nada, y que alejaron a los usuarios hasta las paradas habilitadas en Ponce de
León, y al provisional mercado le tocó la yugular.
Los cortes que se producen en este nuevo Agosto, siempre
Agosto, un tiempo donde apenas quedan voces que griten tanto dolor, desangra la
provisionalidad del malherido mercado sin que apenas se atisbe una premura de
urgencia en cauterizar las calicatas y recuperar el flujo circulatorio de esos
transeúntes ávidos de un paseo por el centro más solitario y menos comercial
del mundo. Tal vez las prisas aparezcan
con el caos del tráfico que con seguridad llegará en Septiembre, con el otoño
caliente de toda la vida.
Si algo debe de quedar claro después de estos experimentos
peatónalizadores es que este por lo mas estudiado que se advierte, será un
rotundo fiasco, si no se mantienen y mejoran los servicios públicos de transporte,
y esperar con la paciencia inquebrantable que algún día se revitalice la
Encarnación cuando se realice su plaza municipal de abastos, como Dios manda, y
a la que cada vez le ponen más obstáculos, con los inventos y las tonterías que
cada dia se les ocurren, y que sería conveniente ir al grano en esta ocasión.
Porque lo del metro tiene
dudas razonables, no solo por las conducciones, de que muera en la intervención,
sobre el papel, o en el intento.
Sevilla a12 de Agosto de 2004
Francisco Rodríguez Estévez
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