viernes, 1 de mayo de 2015

El vacío

Esta ciudad está llena de historias y leyendas donde lo cierto y lo inventado se mezclan para no saber nunca, a ciencia cierta, lo acontecido. Son en especial aquellas, que tienen tantas versiones, que cuesta saber la verdad de donde empieza y como acaba, hasta a los más eruditos historiadores.
Sevilla forja continuamente historias que se convierten en leyendas. Últimamente se está obrando una que siendo más verídica que las que cuenta el humorista, es tan increíble que más bien parece una mentira, una broma, un chiste. La provisionalidad.
Tristemente lo de la Encarnación pasó a engrosar la lista de aquellas que por la seriedad del asunto, no son resueltas por los gestores públicos, que las eternizas al no encontrar una correcta solución, quien dice una aun desacertada, y es por ello que el pueblo las ironiza para convertirla en algo grotesco.
La leyenda suscitada forma ya parte de la historia más negra de las que acontecieron en la trama urbana y comercial de su centro histórico.
Imagino, cuando pasen los años, que pensaran de nosotros los ciudadanos que la habiten, contemplado el enclave, conociendo la historia y la leyenda que resulte con el paso del tiempo.
El tiempo se encarga de desvirtuar todo lo que se transmite oralmente. La historia se altera por la propia visión de quien la escribe, siendo por lo tanto siempre inexacta e incompleta.
La Encarnación llegará a ser alguna vez, con la recuperación de su mercado tradicional, si no aparece la tontería,, un punto referencial de esta ciudad, y sus entrañas guardaran su rico pasado.
Se escribirán libros y se transmitirán sus leyendas, incluso la más negra de todas, llevar treinta y un año siendo tan solo un vacío de miles de metros cuadrados y sus callados placeros enjaulados bajo anticomerciales chapas.
Las futuras generaciones no llegaran a entender nunca como fue posible que esto sucediera en el mismísimo centro historico de la ciudad.
Cabe preguntarse si pensaran que fuimos tan torpes, tan indolentes, tan ineptos que llegamos a permitir que durante tanto tiempo el corazón de la capital de Andalucía, estuviera convertido en una vergüenza que no avergonzaba a nadie.
Es de esperar, después de todo,  con los temores de las modernidades, que si se hace algo, tampoco nos sonroje. El tiempo nos dirá.
Sevilla a 20 de Agosto de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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