No me imagino a ninguno de los candidatos, incluido el bueno,
el feo y el malo, realizando la misma prueba a la que voluntariamente se
sometió el candidato a la alcaldía de Berkeley, Gavin Newson, que por cierto resultó
elegido Alcalde.
La verdad es que no hace falta que ninguno coja su saco de
dormir y se acurruque en los cartones al abrigo de la muralla macarena para
saber de lo que pasa en esta ciudad, ni
que pasee por intramuros dejando la media suela en el inhóspito pavimento mal
adoquinado y la otra mitad, con suerte,
llena de heces, vómitos y orines.
Ni tan siquiera que los candidatos pasen la noche en un
lugar tomado por la ruidosa movida. Ni que coja el autobús, con la demora
habitual perdiendo una hora de descanso solo para poder llegar a tiempo has5ta
un trabajo en precario, porque en el centro no encontrará aparcamiento, y los parking
de pago, imposible de acceder pues se llevan un buen pellizco del escaso
sueldo.
Ni que tenga que almorzar bocadillos para no arriesgarse a
llegar tarde al trabajo. Ni que pasee por la Plaza de España acompañando a un
grupo de turistas, para avergonzarse con una ria seca. Ni que se deje el
tobillo en las lascas de pizarra gallega un día de lluvia. Ni mucho menos que
encuentre la ventanilla única. Ni que camine con tranquilidad por concurridos
lugares, llenos de cosmopolitismo. Ni
que monte en bicicleta por las rondas históricas. Ni que aparque su
vehículo sin abonar al gorrilla el euro por los servicios.
El Alcalde de Berkeley, ganó las elecciones posiblemente por
llevar a cabo la legalización de los matrimonios del mismo sexo, pero si acabó reconociendo
que, después de sufrirlas en sus carnes la experiencia ciudadanas, había comprobado
demasiadas cosas que rectificar.
Sevilla a 19 de Noviembre de 2004
Francisco Rodríguez Estévez
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