De libre elección
Al igual que en la plaza de toda la vida elegimos los productos que creemos más fresco, donde
además sus vendedores nos ofrece la más amplia selección en las distintas
variedades, cortes y especies, también comprobamos que su precio esté de acuerdo
con nuestra economía y gusto, ya que en
las plazas de abastos se nos ofrecen múltiples
opciones, donde podemos elegir el más idóneo, no solo para su
preparación culinaria.
Me pregunto por qué
igual no podríamos elegir los responsables políticos. Me recuerda que
en mi infancia, en la localidad minera de
la que procede mi familia, donde la empresa
aparte de ofrecer a bajo precio vivienda a sus trabajadores, existía un
economato donde parte del salario les era abonado con vales para adquirir los
productos en el colosal almacen -magazine, de tal suerte que apenas quedaba otra
opción, por lo que si querías sardinas y había júreles pues tenias dos posibilidades, tomarlos o
dejarlos, no había otra, así de fácil, contando con que hubieran entrado y todo ello tras guardar una larga fila de espera.
Qué decir de los productos políticos que se nos ofrecen en
este economato, donde lo que hay es lo
que hay, además pretenden que se elija uno del exiguo escaparate, ¡para
adquiridlo!
Desconfiando, recelo de la calidad, por tan alto precio,
pues huyo de quienes me quieren hacer creer que
tienen generosas soluciones. Son otras mercancías a poner en cuarentena
fuera de tiempo, de las que hay que dudar como
del que dice que la primavera llega en pleno Invierno, tanto o más que de
los dudosos “solidarios” piojitos
tolerados, por aquello de gato por liebre. El drugstore político tiene el género con fecha de
caducidad, tan solo hay que mirarla, y no tan solo esta, sino también los
ingredientes, fabricante y fecha de producción y envasado. Seguramente con
todos los datos la oferta no será tan tentadora como se nos ofrece y lo más
seguro es que nos salga bien caro.
Se dice que existe aun
el cliente fiel a una marca,
cuando esta siempre ofrece la misma relación calidad- precio, del gusto y economía de sus consumidores. Bastaría una pequeña alteración en producción, precio, embalaje, para que
rota la fidelidad, el consumidor busque en la concurrencia, aquel que pueda
sustituir al que por su deslealtad
abandona.
Es una lástima que en
la política no se sea tan exigente, y no
se las mire a los ojos, como al besugo en su lecho de acelgas, y comprobar las
agallas, tal como pescadilla mulata sobre el hielo escarchado, incluso acercando
la nariz disimuladamente, en un control intuitivo y elemental de la idoneidad.
En el economato, político,
apenas se ofrecen primeras marcas,
solo tiene los productos que hay, nos
guste o no, la mayoría de las veces ofertan sucedáneos, como en las cadenas que llenan los buzones de correos, perca del Nilo por mero, artesanía de surimi
y teflan de marcas desconocidas, o japuta por salmón. Toda una lista para
elegir. Por suerte se dice que el
mercado es libre.
Sevilla a 2 de Mayo de 2003
Francisco Rodriguez
Estevez
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