Cada cierto tiempo, viendo lo que ocurre releo mis recortes
de prensa sobre la Encarnación, temiendo que no vaya a cambiar nada. Con el
tiempo pasado, da un no sé qué pensar, viendo como lamentablemente se encuentra esto de la Encarnación, que no avergüenza
a nadie, y todo lo que a lo largo de treinta años de promesas, intenciones, y
manifestaciones se ha publicado. La clase política de foto fácil, con lengua
ágil y el pudor perdido no duda en el desatino
ante la posibilidad de poder aparecer en una instantánea, con pié de foto en la
prensa, y como si no en lugar de evitar las falsas expectativas que, de sus
palabras pueden desprenderse, acostumbra a fomentarlas.
Es este asunto de la Encarnación, paradigma del desacierto,
los placeros guardan un inexplicable silencio, salvo algún amago de pasar a la
acción, si bien nadie sabe qué significa la débil amenaza incapaz de asustar a
los contumaces maestros del arte de birlibirloque.
No está claro que después de tanto tiempo, los resignados
placeros cambien de actitud, aunque solo sea en defensa de sus intereses, y
pasen desesperadamente a la anunciada acción. Menos aún, que el nuevo
Consistorio, asuma una responsabilidad de las llamadas heredadas, y puesto que
no se le exigieron responsabilidades a los anteriores, tampoco temen las que
posiblemente nunca se le hagan.
Afortunadamente la ciudad
tiene otros colectivos ciudadanos, sin temores que le amordacen, capaces
de discernir lo posible de lo inadmisible, y de ponerle voz a quien le falte la palabra para limpiar de la patraña
interminable con la que se ha envuelto durante tres décadas este misterio.
El tiempo me ha hecho saber que no estaba equivocado, ni aun
cuando me sentía solo, sabía que algún día se reaccionaría y se pasaría a la
acción, pues ya se llenaron demasiados espacios de palabras vacías.
El Manifiesto de la Encarnación y las posteriores declaraciones
del Sr. Alcalde finalmente me han dado la razón. Lo del mercado-sótano era un capricho, y nadie sabe cuál será la nueva ocurrencia.
Todo es de temer.
Sevilla a 16 de Junio de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario