sábado, 6 de diciembre de 2014

El  discurso

Como no es bueno confiar en quien alguna vez faltó a la verdad, no puedo creer al responsable municipal que, en lo de la Encarnación, emplea sus graves palabras para transmitir un discurso de tranquilidad, cuando resulta que por manido, sus palabras parecen más que preocupante.
Si lo primero fue cargarse la propuesta de edificación en el prado, y después eliminar el proyecto del mercado sótano y sus aparcamientos, preparado por sus socios de gobierno, lo siguiente fue lo de las setas. A nada le tembló la voz, ni el pulso, para permitir destrozar no solo la arboleda, modificar las alineaciones, saltarse a la torera normas reguladoras, reducir la plaza de abastos al punto de la ridiculez (para ser llamado mercado central de la ciudad, e incluso mercado emblemático), expoliar la Historia, abandonar los aparcamientos perimetrales, y suprimir la estación del metro, pues todo ello son muestras más que evidentes de que, o están esperando una protesta masiva propia que resulte salvadora, pero que no llega, para poder rectificar, o se verán metidos hasta las trancas en el charco, posiblemente por tozudez, a tener que realizar todo lo prometido, incluso fuera de su voluntad, (si aplicaran el sentido común), el espanto que le premió el jurado de prestigio internacional que le buscaron, dicho sea de paso, cuando algunos de sus miembros ni conocían esta ciudad, ni lo que representa.
Adelante con los faroles, cuando aun mantiene el discurso de adornadas palabras de tranquilidad preocupante para los que nos tememos lo peor, de quien cambió sus ideas políticas, escondiendo un pasado, del que por su status y su acomodo no parecía el adecuado.
Por eso dudo de los que defienden siglas impropias, de los que cambian de anagrama, como de calcetines, y de los que mienten, aunque sea una sola vez, aunque fuera por salvar el empleo, tal vez porque nunca estarán libres para repetirlo.
Si vuelvo a tener ganas en volver a votar, después de esto de la Encarnación, el candidato no tendrá que ofrecerme ni prometerme nada, bastará con algo más simple en el discurso, algo así como: “ Intentaré hacer las cosas bien, aun sabiendo que puedo equivocarme, pero si les miento en algo, aquí estaré de más”.
Mientras, hagan crecer a la velocidad que quieran esas horribles setas de caducidad datada, que los ciudadanos derribaremos, como estatuas de guerra. Pónganlas tan altas como la vanidad les valga, si bien la pagaremos todos. Inauguraran el botellodromo que tantos quebraderos quedaran en la heredad del legado iconoclasta. Pongan el restaurante de elite en zona saturada, condenado al fracaso, busquen un reformado para la utilización de la energía solar, y llenen la cripta museo de cuanto depósito del pasado encuentre encajonado, pero no hagan creer a nadie en que aquello será un emblemático mercado. Mejor cállese.

Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla, 13 de Mayo de 2006-


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