En los mejores tiempos de la desobediencia civil, en claro
desacuerdo con lo establecido, la lucha, aun siendo pasiva, no era bien
entendida por una mayoría silente y acaso temerosa de señalarse. Cosa de
niñatos, era generalmente el pago que se recibía por cuanto lo fácil era
aguantar y callar, cuando mostrar el mínimo desacuerdo era jugársela.
Pocas veces he podido observar en la clase dirigente el
modelo, y el compromiso que se exige, mas, cuando se nos viene informando de la gran
cantidad de estos que tienen causas y acciones pendientes de juicios, así como el
numeroso elenco de servidores públicos, de todo rango que han ido aflorando en
poco tiempo, con las evidencias existentes
de que para nada cumplieron con su cometido, y en su defecto, en clara
desobediencia de lo jurado, o prometido, metieron mano a los caudales ajenos,
los nuestros, los de todos, que tenían que administrar.
Es evidente que, entre las mentiras que a diario nos
descubren los medios, tanto de unos y de otros, así como las que posiblemente
queden por encontrar y que posiblemente permanezcan perdidas hasta que algún día
se destapen en algún juicio, hace pensar que acaso ni merezca la pena volver a escuchar
a estos que impunemente desobedecen cotidianamente las reglas del juego, las que
supuestamente están establecidas, más siendo ellos los encargados de que se
cumplan.
Mucho me temo que a lo de la Encarnación, no llegarán esta
vez ninguno de estos desobedientes irresponsables para solicitar mi confianza, ni
aun cuando llegue el tiempo de urnas, cuando es evidente que no la tienen, por
cuanto la perdieron.
Ha sido en vano que esta exigencia de obligado cumplimento
se atendiera, pues durante los cuatro años que en breve se cumplirán, he venido
poniendo de manifiesto que cuando menos allí falta una puerta automática.
Diría que incluso de antes del acto inaugural de galimatico mercado
de la Encarnación, en el que quien siendo Alcalde de la ciudad tuvo que salir
por la puerta de los aparcamientos de una edificación inacabada, que no se
recepcionaría hasta cinco meses más tardes, bien avanzado Mayo, cuando los
candidatos, ni tan siquiera acertaron a
pasar, una vez dentro del laberinto, por
la solitaria calle que no dispusieron ninguna puerta.
Puerta para cumplir la Ley, puerta que desde entonces se
encuentra en continuada desobediencia con la Ley de Accesibilidad, Ley que
todos los ediles de nuestro consistorio, creo que conocen, pero de no ser así deberían
de conocer el contenido y la obligatoriedad de esta, por no recordarle lo allí realizado, de total desobediencia con otras
leyes, como son la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, la Ley FERAEE,
sobre el ahorro energético, el incumplimiento de las normas de sostenibilidad
en edificio público, el propio PGOU, con sentencia de Tribunal Supremo de Andalucía,
e incluso gran parte del articulado del Reglamento de Mercados municipales de
Sevilla en vigor.
Todo parece que fuera una desobediencia intencionada, cuando
no se intenta paliar en la medida posible cuantas irregularidades allí nos
aparecen, donde queda en la total ambigüedad los espacios municipales, y qué contarles
acerca de la ignota propiedad y las obligaciones de preservar un costosísimo equipamiento
de ínfima calidad, cuando nadie responde
en las continuadas averías, por no añadir aquello de los semanales atascos de
una pésima infraestructura. Quedemosno, para empezar, con darle solución a lo
de la puerta y su instalación a la mayor
brevedad, pues ya nos parece que está bien de desobediencias, queridísimos ediles.
Sevilla a 15 de diciembre de 2014
Francisco Rodríguez Estévez
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