Nos las prometíamos muy felices y no pudo ser.
Lamentablemente está visto que no hay manera de penetrar la mirada más
allá de la panorámica de desolación que
el ventanal ofrece en el acorazado solar de la Encarnación.
No faltaron los invitados a la cita, ni el sol en la
brillante mañana del cuidado acto tras los últimos días de aguaceros, ni tan
siquiera faltaron los curiosos transeúntes sumándose a lo que acontecía.
Estaba todo a pedir de boca excepto el papel. Faltaba el
papel, mas de cien personas y no teníamos el papel en cuestión, un permiso. Una
documentación solicitada en tiempo y forma por los cauces establecidos, todos
los posibles e incluso por los cauces de favor, un trámite concedido mil veces
de palabra pero no llegó.
En su lugar, una llamada telefónica unos minutos antes, para
desdecir el prometido documento y, con un argumento infantil, por no llamarle
infame comunica la negativa a visitar la excavación arqueológica en lo de la
Encarnacion : “ Tras los días de lluvia el yacimiento arqueológico está
intransitable”.
Me pregunto qué pensaba el comunicador de la misiva
telefónica. Tal vez intuyó que la centuria de hispalenses que esperaba
visitarlo realizaría un guateque sobre las teselas de los mosaicos de los
pavimentos romanos. Quizás que celebrarían una barbacoa en el ábside de la
basílica paleocristiana, se temerían que prepararían unos pinchos morunos en la
casa almohade, o practicarían puenting desde lo alto del lienzo de muralla.
Fue una oportunidad histórica para no esconder más la
historia de tanta historia de ocultaciones, a menos que se encuentre otra
explicación. Es cuestión de preguntar. Acaso treinta años y tres días no hayan
servido para nada.
Sevilla a 4 de Octubre de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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