viernes, 21 de noviembre de 2014

Treinta años y tres días

Nos las prometíamos muy felices y no pudo ser. Lamentablemente está visto que no hay manera de penetrar la mirada más allá  de la panorámica de desolación que el ventanal ofrece en el acorazado solar de la Encarnación.
No faltaron los invitados a la cita, ni el sol en la brillante mañana del cuidado acto tras los últimos días de aguaceros, ni tan siquiera faltaron los curiosos transeúntes sumándose a lo que acontecía.
Estaba todo a pedir de boca excepto el papel. Faltaba el papel, mas de cien personas y no teníamos el papel en cuestión, un permiso. Una documentación solicitada en tiempo y forma por los cauces establecidos, todos los posibles e incluso por los cauces de favor, un trámite concedido mil veces de palabra pero no llegó.
En su lugar, una llamada telefónica unos minutos antes, para desdecir el prometido documento y, con un argumento infantil, por no llamarle infame comunica la negativa a visitar la excavación arqueológica en lo de la Encarnacion : “ Tras los días de lluvia el yacimiento arqueológico está intransitable”.
Me pregunto qué pensaba el comunicador de la misiva telefónica. Tal vez intuyó que la centuria de hispalenses que esperaba visitarlo realizaría un guateque sobre las teselas de los mosaicos de los pavimentos romanos. Quizás que celebrarían una barbacoa en el ábside de la basílica paleocristiana, se temerían que prepararían unos pinchos morunos en la casa almohade, o practicarían puenting desde lo alto del lienzo de muralla.
Fue una oportunidad histórica para no esconder más la historia de tanta historia de ocultaciones, a menos que se encuentre otra explicación. Es cuestión de preguntar. Acaso treinta años y tres días no hayan servido para nada.
Sevilla a 4 de Octubre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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