domingo, 2 de noviembre de 2014

Toda una vida
(Diciembre de 2003) 
Ahora tiene una visión desgarradora. Como astas de cérvido desprendiéndose de los colgajos de epitelio de una muda. Como alcornoque desnudo, al que le roban durante el frío invierno su atormentado arrope.
En carne viva, como el corazón que Raphael tenía en el vinilo. Es un escándalo. Así está quedando esa terrea piel sin su cobertura pétrea que, a jirones, están arrancando de su pasado.
La paciencia junto a la técnica, recuperarán no sin cierta prisa, más que sospechosa, toda la belleza que nos guardaron, para que nos puedan causar más admiración, si es que fuera posible, el poder contemplar hecho Arte, todos esos cachitos de mármol.
En ellos, pavimentos del Imperio, pisadas de la vida cotidiana, amores y pasiones, fiestas y funerales de plañideras, testigos multicolores de un tiempo de esplendor y decadencia, de una Cultura que tanto dejó en su caída, y tanto nos dejó en la sangre.
Aseguran, que volverán tras la intervención recuperadora, a su lugar de siempre, donde quedaron instaladas por deseos del pudiente que las encargó, tras revisar los catálogos que teselalossa  ofrecía sin plus para filipina que valga. Los operarios con contrato basura del destajo, enlosaron de moda los aposentos y los caprichos de su propietario, incluso a veces, para delicias de estos, les instalaban inventadas emblematas para llenarles de vanidad, que eran recompensadas con largueza.
Mil trescientos años aguardaron para volver, y demandan justamente, el sitio arrebatado, el de toda la vida. Treinta y tres y pico tendrán que esperar los envejecidos placeros, toda una vida, claro está que ellos no son de mármol, pero tienen el mismo deseo, que ahora llaman El Emblemático. Para estar a la altura, cuando llegue el tiempo de la cinta y lo del azulejo recordatorio de la gesta, a muchos de los placeros, mosaico multicolor del aposento, nos tendrán que realizar, como a las alfombras minerales, un lifting rejuvenecedor, aun a riesgo de parecer, sobre las tarimas, carcamales del cuplé. De ambas maneras se tendrá  una visión como al principio, desgarradora.
Sevilla a 11 de Diciembre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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