domingo, 2 de noviembre de 2014


Tatuaje

Empieza a ponerse de moda, moda tribal y primitiva, que vuelve para marcar a las personas. Desde pequeño quiso tener uno en su piel, entonces no estaba bien visto, ahora que tiene edad de ser abuelo y se a cuento de la nueva moda, y una vez puesto se gastó 200 euros para que le hicieran uno y en lugar de estar contento está disgustado.
No le queda bien, pues una cosa es verlo en piel ajena y otra padecerlo en la propia.  No le gusta para nada como ha resultado de lo que le han hecho sobre su curtida piel, y aunque ha cumplido su deseo tendrá que vivir toda su vida, lo que le quede de vida, amargado por el dichoso dibujo que repudia, afortunadamente oculto, en la intimidad del baño.
Pudo saciar su capricho con una de esas calcomanías descasa duración, pero quería sentir todo el dolor que fue capaz de soportar mientras le hacían el horroroso dibujo que esconde.
Estoy seguro de que si hubiera elegido la mariposa de 60 euros que tanto le gustaba la luciría, a la menor ocasión. Tiene previsto quitárselo, aunque le aconsejan que se haga uno de mayor tamaño para disimularlo, pues quitarlo es difícil y además le puede producir una bastante fea cicatriz,  mucho peor que el hiriente dibujo.
Me confiesa con pudor que está dispuesto incluso a arrancarse la piel y que no le importa por tal de retirar el adefesio que sufre en sus carnes, nunca mejor dicho.
Las ciudades tienen también una piel llena de tatuajes, unos para lucirlos de por vida y otros que esconde como puede hasta que, una cicatriz mayor o una calcomanía los reemplacen, son sus edificios.
El centro de una ciudad es el espejo de su cara, y esta de Sevilla, tiene en ella una gran queloide  en la Encarnación esperando que si fuera posible una bella mariposa de colores sea la que acabe con tanta herida mal cerrada. No sirve en esta ocasión monstruos de moda, ni calcomanías efímeras, ni jena ocasional de adorno oriental. La cicatriz debe de ser curada, tratada plásticamente con una bella obra plactica, casi de arte, para que no quede ni el recuerdo de tanto dolor.
Sevilla a 10 de Enero de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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