La reglamentación de las condiciones de trabajo, aconsejan
como idónea una temperatura entre dieciocho y veintidós grados es decir entre diez
y quince grados menos de las que se soporta bajo las horneantes chapas del
mercado provisional de la Encarnación.
Penoso asunto que obvia la Delegación de Consumo, tal como
si no le fuera ninguna responsabilidad. No es la primea vez que lo manifiesto a
lo largo de tantos años, aunque ateniéndome a los resultados parece que
inútilmente, pues si en lugar de enjaulados comerciantes en tan pequeños
habitáculos, se tratara de animales estabulados, tengan la seguridad que de
inmediato se clausuraría la granja y no digo nada del zoo si se tratara de
animales salvajes. Pero tratándose de una provisionalidad franquistas, a nadie
parece importarle que se sufran esas temperaturas que están perfectamente
delimitadas en las normas.
Como se requiere tiempo para concretar cuál será la idea del
prometido edificio emblemático para la Encarnación, más si cabe el que se necesitara
para obtener sus libramientos económicos necesarios y la búsqueda de
financiación, demasiado tiempo y no sería de recibo que para la inauguración no
quedaran placeros originales para ponerle en marcha.
La Delegación de Consumo debe a toda costa evitar que esto
sucediera, a la velocidad que se producirán las bajas.
Conocedor como pocos de las condiciones de este mercado, el
Delegado, debería de poner en marcha a su equipo de asesores para buscar
soluciones para paliar la precariedad permanente en la que clientes, mercancías
y placeros se encuentran, en especial esta de la temperatura tan insufrible,
para alcanzar una optimización, aunque regulada, harto difícil de que se tenga intención
de paliar, para que nos permita aguardar, sin más quebranto, el esperado día
del traslado a las nuevas instalaciones que desde el pacto de progreso se
ofrece. Como siempre, es de esperar que no haga nada.
Sevilla a 9 de Julio de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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