sábado, 1 de noviembre de 2014

Lo peor
Un ciudadano más, que no van siendo pocos, viene a utilizar este espacio que los periódicos dedican a sus lectores a modo de carta, para expresar sus ideas acerca de la Encarnación.
La suya la leí el día nueve de Diciembre de este año segundo del tercer milenio. Podía interpretar en su lectura que conoce personalmente al personaje, y su “modus operandis”, de casta le viene al galgo, como  para, sin darle vueltas, reconocer con nombre y apellidos, al autor de los caprichos sevillanos.
Naturalmente, como bien dice, no puede haber dudas de que  el Mercado de la Encarnación se convirtió en sus manos en un juego más, y también  creo que  se sabía su historia y su pasado.
Al igual que mientras más se profundice, como en este subsuelo de  centro histórico, más posibilidades tendremos de encontrarnos aparte de la sorpresa, lo mismo con Isbilla,  con Hispalis, e incluso con Spala. No vale la broma de “Canberra”.
Comparto con muchos ciudadanos que protestan por la forma en que se ha llevado este asunto, tal vez “por ser vos quien sois”, y pocos se atreven a contrariarlo temiendo su memoria nemesica, tal como queda escrito.   
No me gustaría pensar que, en sus archivos, tenga  datos para  justificar tantos silencios. ¡Sería terrible! Como hace años se ganara este calificativo de “enfant”, hasta lo creo posible.
En el escrito hecho público, no me sorprendió nada de lo manifestado, y que hasta la saciedad se ha repetido, sin consecuencias, pues sabe que nada pasará, y cuando esté terminado, para bien o para mal,  estaremos hablando de sus obras y sus pompas. Lo que sí me llamo la atención era el trato familiar de despedida.- Que no se puede ir por ahí entrampándose con los constructores, ni con nadie, que es peor. El ya me entiende.
 ¿Qué será lo peor? Confiemos que él, le entienda.
Sevilla a 4 de Diciembre de 2002

Francisco Rodríguez Estévez

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