miércoles, 12 de noviembre de 2014

La gran mentira

Se anuncia otra vez el final para la Encarnación, un nuevo principio de obras, una nueva piedra, una nueva fase de una nueva edición. De nuevo igual que siempre.  Existe la voluntad de empezar a como sea. Se agotan los plazos para el veredicto. Existen razonables dudas de que jamás pueda ser entendido todo lo que a esta plaza de abastos le aconteció desde la primera mentirijilla, de cuando la expropiación por razones de interés general, hasta esta maldad del concurso de (malas) ideas.
Todo un best seller, un culebron, una parodia al desatino. La aporía, el enigma, el misterio, el enredo y el galimatías de la Encarnación tan solo es la gran mentira, la madre de todas las mentiras a la que la sociedad, pasiva e indolente, vuelve la espalda, como si no fuera algo que le importara.
Justo hace un año del milagroso encuentro con la paleocristiana cuando pasaba la Santa y su ábside de Oriente permanece enterrado bajo los escombros almohades que ya fueron peinados por las ondas electromagnéticas, para dar además de su exacta ubicación, conocer el valor e importancia de la misma y que alguna vez tendrá que excavarse.
Un año de paralización oficial, con un concurso de por medio. No dejó de ser este una salida airosa, una medida impoluta a las maculas de las maniobras partidistas. Clarito como el agua, ideas que no proyectos.
Concurso y jurado internacional, para no tener que darles más vuelta que un derviche al asunto de la selección, secuencia críptica, cadencia numeraria, para evaluar los criterios de meritos. Todo en la ambigüedad para unas bases abiertas, tanto, que cabía cualquier ocurrencia, y diez aparecidos para un milagro, como el gánster de la manzana.
El premio será un fallo para ejecutar, el del mercado, con la pinta de sumarísimo, donde no se encuentra la plaza de abastos de toda la vida, la que añoran los ediles, los ciudadanos e incluso los placeros, sencillamente porque no está.
Debería de buscar un emblemático, con firma de prestigio, pero de eso no queda en las estanterías de este encuentro con la II Fase de este enésimo intento.
A la Encarnación le está haciendo falta un milagro, pero este nos remite a la realidad. ¿Qué hacemos para merecerlo? La verdad es que poco, pero tampoco nos merecemos lo que acontece, aunque el chiste era la diabetes, y  también se sufre. Ante el cariz que está tomando el asunto, más que nada para ajustar los plazos y las partidas, en una cronométrica imposible, que  aparece la duda de o poner unas velas a San Judas Tadeo, o dos negras.
Sevilla a 9 de Mayo de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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