domingo, 2 de noviembre de 2014

La casa de la Felicidad

Con los mejores deseos le pusieron nombre a la casa. Fue intención de sus propietarios que perdurara este por los siglos, no en vano, siete después, nos lo han expresado.
Era una vivienda espaciosa para su tiempo, con patio interior ajardinado provisto de pozo, letrinas exteriores para el servicio y almacén de leña. En la planta superior, los aposentos para el descanso y en la azotea, lavaderos y palomar.
Debió tratarse de un regalo de bodas, posiblemente de un rico comerciante a su más querido hijo, pues dispuso de anexo destinado a serrallo.
La casa de la felicidad, como mayor deseo para que esta nunca faltara, tenía su trazado dispuesto a partir de la fachada al Este, para que todo girara alrededor del patio, donde las cuadras y almacenes disponían de salida al exterior. Entre la puerta y la contrapuerta, un espacio que en la actualidad llamaríamos zaguán, los alarifes, por indicación de los dueños, realizaron en el suelo un receptáculo, donde quedó alojada una tinaja cerámica que llenaron de flores de jazmín y unos azulejillos con versículos  coránicos, referente a los buenos deseos para sus moradores.
 La preciosa vasija, taponada con un plato y sellada con arcilla, ya no guarda aquellos, ni queda rastro de los jazmines, tan solo las palabras escritas, en el plato, nos recuerda que en un tiempo en esa casa que, sus dispersos ladrillos ahora forman montones en las escombreras, fue casa de felicidad.
Únicamente  la impoluta tinaja se ha salvado, ella guardó en sus entrañas, durante siglos, esa felicidad  que a la Encarnación, tanta falta le hace y se le escapó hace treinta años.
Sevilla a 15 de Marzo de 2003

Francisco Rodríguez Estévez 

No hay comentarios: