Cuando los placeros de la Encarnación abandonaron su
mercado, y fueron trasladados a distintas provisionalidades, de las que aun el
reservorio de Las Palmeritas puede dar sobrada cuenta, pues ocurría que durante
muchas noches, de muchísimos días de aquellos tiempos, soñaba con aquel viejo
edificio.
En la distancia del tiempo, la realidad, pienso ahora, era, que una vez demolido, el sueño debería de haber cambiado, pero acaso por los
temores de que la construcción de un nuevo mercado no se cumpliera, el sueño lo
reconstruía, para volver, acaso huyendo de una provisionalidad que intuía larga, por más que
fuera el presente, y el futuro siempre será incierto.
Debajo de la “setas”, donde no tengo la seguridad de que sea, esta
plaza municipal de abastos, que evidentemente lo es, aunque no lo parezca, aquella tan deseada en la
que no acierto saber si para todos fue una suerte retornar, siendo los pocos placeros que llegaron, pues ha bastado el breve paso del tiempo desde su apertura, que más parece un lugar decadente, y muy lejos de ser comercial en su conjunto, pues
a nada tuvieron que cerrar algunos vendedores sus puestos, cuando solo algunos, y son los menos, puede ser
que aun conserven el optimismo inaugural, posiblemente por aquello de que salieron
mejor parados dentro del laberinto que por el desastroso diseño y caótico recorrido
quedó convertida la plaza municipal de abastos.
Que tenga fecha de
caducidad, según va la cosa, siempre dependerá de factores que no están en los
placeros, pero si mantienen la actitud lasa que acostumbran desde los tiempos
del silencio, no puede extrañar que tenga los días contados.
Mis sueños con la Plaza municipal de abastos de la Encarnación
siempre los tuve despierto, no ha sido hasta esta noche pasada, entre Todos los
Santos y Fieles Difuntos, que en la duermevela por mor de una cena corta para
eliminar el colesterol malo, una vez superado el periodo REM, el pensamiento me
llevo por primera vez hasta las imágenes que la mente nos crea, y en ellas, nada
menos que visualizaba una explicación conjunta de los responsables de aquello,
tanto por un lado y por el otro. Unos defendiendo la modernidad, la vanguardia,
otros que ya estaba aquello hecho, lo cual era evidentemente que sin
objeciones.
Era el representante de la adjudicataria constructora y
concesionaria, en que explicaba las grandes dificultades para realizar semejante
cosa y como se llegó por apostar por transformar en otra Alameda, ¡Ay, Alameda!
todo aquello a la sombra del Metropol- Parasol, hasta entonces, zona declarada saturada
de bares y ruidos, visto que ni la plaza de abastos era la locomotora del
sector, ni creaba la sinergia comercial para que la sinuosa calle cubierta pudiera
llegar a ser la prolongación de la 5ª Avenida de Nueva York, visto el fracaso
comercial de esta, ni mucho menos los fantásticos números que daban el plazo de
un año para recuperar la inversión a tenor del negocio que generaría. Otro sueño.
Para nada se explicaba la solución de convertir la calle de conexión Este- Oeste,
en bar de copas, menos lo del metro, ni lo del metro-centro.
El pensamiento no dejaba de enviarme imágenes que me impedían
el descanso reparador, y lo peor que siendo espectador de excepción no podía utilizar
la palabra para intervenir. Por cierto que como siempre obviaron la Ley de
Accesibilidad, la Ley FEREE, la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, y el
Reglamento vigente de Mercados de la ciudad de Sevilla, y como se saltaron el
propio PGOU, según sentencia.
Ni que decir que pude salir del sopor, por fortuna solo ligeramente
inquieto, mas cuando advertía, bajo la reconfortante ducha templada, que
ninguno de los ponentes aportó ninguna solución, y es que por lo visto no ninguno
quiere saber cuáles son los problemas que encuentra el publico para no
decantarse por el comercio de esta céntrica plaza, aquello que hace falta para que la plaza
municipal de abastos de la Encarnación, aparte de ser la “Mayor” indignación, retome su destino para un centro revitalizado.
Sevilla a 2 de Noviembre de 2014-
Francisco Rodríguez Estévez
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