miércoles, 26 de noviembre de 2014

En carne ¿qué?

La paradoja es que cuanto más bajo cae el consumo de la estupenda y sabrosa carne de vacuno, la televisiva, pura piltrafa, es con diferencia la que más demanda tiene.
El “homo erectus”, siempre en alza, mantiene su cotización en esa bolsa de los índices de precios del consumo (antes cesta de la compra), que más que bolsa es caja de escándalos convertida en caja registradora. Alimentada de caspa, la silicona, los posados,  las infidelidades y las sobras del marisqueo, boyeras aparte,  la espongiforme caja tonta, se cobra la adición de sus consumidores.
Resulta ser que todo vale para aumentar el numero de estos. Gusta consumir las descarnadas difamaciones; los robados en la chaise longue; que decir de los sinuosos y retorcidos vis a vis de caoba y crin; chirridos de somiers; mamporros tauromacos y mamporreros de neonatas rosas. En cueros vivos, vulgo en pelotas, desnudos y sin soporte, como siliconico pecho de folklórica se dejan ver hasta los centauros del carbono, que vistieron el oropel de publicidad, cuando este efímero sostén le retira el glamour y dejan ver en sus carnes las marcas que dejaron las hojas de rutas.
En tanto la atención se centra en la encarnizada lucha dialéctica que sostiene la Encarni con el agente inmobiliario, a fin de cancelar la hipoteca, las aventadas cenizas de Encarna aun calienta el rescoldo rosa del circulo vicioso, y la Encarnación, que era buena ¿Dónde estás corazón?
Quiere resurgir sin hipotecar el futuro. Las estupendas almejilladas salen de la cómoda y se acomodan en los saloncitos dando ese toque fashion de fondo de armarios  que se están  quedando cada vez mas vacíos. La carne de astados es de sabor fuerte y economica, la de los astados debil y cara, como la moluscada de bivalvos por su penetrante sabor a mar.
El hincar hincha los objetivos en noches de encarnaciones, fácilmente olvidadas, hasta que el ADN detecta si el que hincó encarnó gozando, de maltrato, o de favor.
En tanto, todo pasa su código de barras por la caja, en las escarpias languidece, como sensuales instantáneas de Thorpe, la estupenda y sabrosa carne de vacuno que se expone en los rastreles de las carnicerías del mercado de la Encarnación, y en la romántica placita de la Encarnita su fuente pierde la cabeza, y además hace años que ni moja. Luego dicen que, solo las vacas comen yerba.
Sevilla a 2 de Octubre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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