jueves, 20 de noviembre de 2014

El algodón

Si no fuera porque el algodón no engaña, pensaría que en el solar de lo que fue la plaza de abastos de la Encarnación, otra vez están haciendo pruebas. Dos maquinarias perforan la superficie, tratando de hallar algo en su interior para realizar nuevos análisis de un subsuelo que poco o nada puede haber cambiado desde que le realizaron el último, puesto que salvo los de glucosa  en sangre y los de colesterol malo están todos más que sobradamente efectuados.
Nadie acierta que es lo que pudo faltar en todos los anteriores para que este que se está llevando a cabo, posiblemente tenga el fundamento más allá de que se vean, después de tanto tiempo, (once meses que finalizó el anclaje de las pantallas), estas enormes maquinarias pululando por el solar.
Con el cambio de propuesta, metro por tranvía, tiene ahora poco sentido la estación de aquel proyectado, previsto en la (mala) idea premiada, pues el metro-centro se  nos ha vuelto un deseo al que llamaremos de momento tranvía, ya que difícilmente podría utilizar la proyectada estación subterránea.
Confiemos que una vez subsanado lo de la parada del tranvía en la Encarnación, que aunque esté por ver, no sea impedimento para que el servicio público de transporte siga prestando sus servicios y que encuentre la rectificación en la (mala) idea premiada,  junto con la altura de la cubierta, que debe de ser reducida considerablemente.
Con total seguridad el parasol, en caso de que llegaran a realizarlo, no alcanzará la dimensión de seta gigante que sus creadores pensaron, con  lo cual tampoco el mirador panorámico por encima de estas tiene razón de ser una vez anuladas sus pretensiones de amplitud de miras, socializadas.
La cripta arqueológica tiene todas las papeletas de quedar selladas bajo la plataforma, puesto que en la (mala) idea estaba previstos unos espacios libres desde los cuales la Híspalis seria visitable, pero que con la falta de entendimiento en la crematística, lo más seguro es que quede al aguardo, bajo candados, mejores tiempos.
Lo de la azotea, sala de concierto la llaman, es terrible. La democratizada biplaza no escuchará más música que los que produzca el botellodromo, mingitorio, sexodromo, y sus suaves trampas y escalinatas una dificultad añadida, en especial para llevar a cabo ese utópico municipio sin barreras arquitectónicas que desde el pacto se defiende infructuosamente.
Igual o peor es que no aparezca la utilización de la energía solar tratándose de un edificio público, sujeto a normas en vigor que las hacen obligatorias. Si no fuera por lo del algodón pensaría que me engañan. Al ver aquello con seguridad ni han mirado el Reglamento de Mercados Municipales. ¿Sera, por algodón?
Sevilla a 20 de Septiembre de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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