Ha sido este
año cuando el veranotoño que tenemos ha propiciado que con la temperatura que
hace y la ausencia de lluvia, aun se mantengan cada noche los veladores de los
bares al completo. Por el contrario en lo que se refiere al comercio en general
pues como que no se mueve una hoja, y malo será si se quedan las prendas en las
perchas, y llega la rebaja.
El buzoneo de
ofertas alimentarias que hacen las grandes superficies es abrumador, pues acaso
sea la consecuencia de la competencia causada por la cantidad de ellas que se
implantaron en esta ciudad cuya demografía decrece, lo cual ni favorece tanto
al consumidor como pueda parecer, y deterioran en alto grado las pequeñas
tiendas cercanas.
Ahora salen como espárragos, pues de setas ya
tenemos bastante, la moda de las abacerias y los gastrobares, hay calles
colmatadas por estos nuevos negocios, que posiblemente muchos no alcancen a
cumplir una provisionalidad, que es medida casi de éxito en el tiempo, pues
cabe temer que tengan un cierre temprano.
Donde vivo
una calle de nuevo trazado hace 40 años, solo tiene una acera continuada, y supuestamente
comercial, donde 15 locales van cambiando de mano en mano tanto como de
actividad, pues no parece afianzarse ninguno, y mira por donde, en los tiempos
actuales todos están abierto. Solo uno
lleva más de diez años en la misma actividad comercial.
En lo de la Encarnación,
transformada en los últimos cuatro años, ha pasado de ser zona saturada de
bares y ruidos, a convertirse en un lugar
colmatado de bares, donde los locales comerciales perdida la sinergia que le ha
desaparecido al mercado, de siempre locomotora del sector, no acaban de
consolidarse en parte por la desafortunada actuación en el lugar tanto por su laberíntica plaza de abastos, como por las que
hacen que el público se aleje, y opte por otras concurrencias comerciales.
Bajo las
setas, en el laberinto, en la mas desértica zona de lo que parece ser una plaza
de abastos travestida en fanal por el capricho berlinés, la cristalera me
permite ver el paso de los escasos transeúntes que caminan por el exterior, y en gran medida
cuantos buscan una puerta inexistente. En este dichoso mes, en el que los
gastos se amontonan, lo mismo ocurre y vienen los instaladores para colocar la
puerta automática, y se revitaliza un poquito las ventas de la plaza y así se
anima el comercio.
Sevilla a 13
de Noviembre de 2014
Francisco Rodríguez
Estévez
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