jueves, 13 de noviembre de 2014

Dichoso mes

Ha sido este año cuando el veranotoño que tenemos ha propiciado que con la temperatura que hace y la ausencia de lluvia, aun se mantengan cada noche los veladores de los bares al completo. Por el contrario en lo que se refiere al comercio en general pues como que no se mueve una hoja, y malo será si se quedan las prendas en las perchas, y llega la rebaja.
El buzoneo de ofertas alimentarias que hacen las grandes superficies es abrumador, pues acaso sea la consecuencia de la competencia causada por la cantidad de ellas que se implantaron en esta ciudad cuya demografía decrece, lo cual ni favorece tanto al consumidor como pueda parecer, y deterioran en alto grado las pequeñas tiendas cercanas.
 Ahora salen como espárragos, pues de setas ya tenemos bastante, la moda de las abacerias y los gastrobares, hay calles colmatadas por estos nuevos negocios, que posiblemente muchos no alcancen a cumplir una provisionalidad, que es medida casi de éxito en el tiempo, pues cabe temer que tengan un cierre temprano.
Donde vivo una calle de nuevo trazado hace 40 años, solo tiene una acera continuada, y supuestamente comercial, donde 15 locales van cambiando de mano en mano tanto como de actividad, pues no parece afianzarse ninguno, y mira por donde, en los tiempos actuales todos están abierto.  Solo uno lleva más de diez años en la misma actividad comercial.
En lo de la Encarnación, transformada en los últimos cuatro años, ha pasado de ser zona saturada de bares y ruidos, a convertirse  en un lugar colmatado de bares, donde los locales comerciales perdida la sinergia que le ha desaparecido al mercado, de siempre locomotora del sector, no acaban de consolidarse en parte por la desafortunada actuación en el lugar tanto por su  laberíntica plaza de abastos, como por las que hacen que el público se aleje, y opte por otras concurrencias comerciales.
Bajo las setas, en el laberinto, en la mas desértica zona de lo que parece ser una plaza de abastos travestida en fanal por el capricho berlinés, la cristalera me permite ver el paso de los escasos transeúntes  que caminan por el exterior, y en gran medida cuantos buscan una puerta inexistente. En este dichoso mes, en el que los gastos se amontonan, lo mismo ocurre y vienen los instaladores para colocar la puerta automática, y se revitaliza un poquito las ventas de la plaza y así se anima el comercio.
Sevilla a 13 de Noviembre de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

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