Nunca puede encadenar a nadie su compromiso por una causa
justa, es por el contrario un sano ejercicio de libertad hacerlo, una sarna con
gusto. Coger la pancarta reivindicativa de aquello que sus motivos la abandonan
a una suerte inmerecida, sabiendo que lo
de la Encarnación necesita un trato diferente y menos perjudicial del que le
otorgan, lo hace obligado.
Pero los placeros ni caso. Caída en la apatía, en el
silencio y el conformismo, a la Encarnación, plaza municipal de abastos después
de treinta años en la provisionalidad como que de repente le sobrevino una
solución desesperada, tan negra y peligrosa como un agujero, y no precisamente
de la capa de ozono. ¿Cómo se puede estar conforme?
La plaza de abastos, que debería de haber estado
reconstruida hace ya muchos años, y aun sigue sin hacerlo más que todo por la
incapacidad de los munícipes a lo largo de seis lustros, que se dice pronto, y
el silencio de los placeros, algún día tocaran las palmas a la tontería.
Ahí sigue el solar por el capricho inoperante de las
personas que ocuparon un lugar en la responsabilidad, junto con la desidia, los
temores y el enrevesado ensimismamiento de sus placeros, que incluso pudieron consentir
que quedara convertida en una galería subterránea, y encima, para hacerlo más
doloso surgió la idea de restar espacio a la plaza municipal de abastos al
objeto de poner ¡¡locales comerciales!!
Divulgar semejante
atropello ante la pasividad de los silentes placeros, vendedores, comerciantes,
acaso industriales, como gustan llamarse, en eterna provisionalidad, y los
resultados que hubiera tenido sobre esta ciudad, a la que podían haberla
privado de un edificio público con características cultural y etnológicas, que
ciudades como Barcelona y Valencia, conservan para el disfrute de sus
visitantes, lo cual motivó esta aventura epistolar que fue creciendo gracias a
la generosidad de los directores de prensa que tuvieron a bien publicarlas.
Desde que esto ocurre, nos hemos venido aglutinando un
importante grupo de dispersos colectivos ciudadanos, de tal suerte que su
fuerza a ejercido para motivar en la
opinión a muchos otros más, circunstancia que, junto a distintos motivos que
son desatendidos, podía ser la causa de que se haya podido cambiar toda la
trama que para la Encarnación tenían urdida. Lograda in extremis la salvación
de la tradicional plaza de abastos, no me queda otra que mantener mi compromiso
de seguir escribiendo (cosa que espero no cancelar antes de la inauguración del
emblemático) con los verdaderos artífices del milagro de la Encarnación, antes
misterio, que son ustedes, los lectores de estas cuitas que os envío y se
molestaron en leerlas y que tal vez por amistad, cariño y solidaridad me
hicieron llegar su preferencia, y adicción,
a esta extraña manera que tengo de contar las cosas que pasan en lo de
la Encarnación.
Sevilla a 25 de Julio de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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