martes, 14 de octubre de 2014


Una victoria, mil derrotas.

En los preámbulos de una jornada divulgativa de los logros obtenidos por la tenacidad civil, a la que fui invitado, tuve ocasión de conversar con uno de los actuantes, muy brevemente sobre  lo de la Encarnación, de la cual no me caben dudas se encuentra al tanto.
Cuando esto ocurría, tuvo a bien acercarse, para darle un saludo de cortesía a mi interlocutor,  quien me fue presentado como profesor, alguien que rezumaba fragancia de rosaleda por cada vello de una cuidada barba.
Tal vez como broma, para la mía, tuvo la poco afortunada ocurrencia nuestro presentador de utilizar un inapropiado titulo, un calificativo como galardón jocoso, tal como “el enemigo de las setas”, que pusieron fin a la posible e incipiente relación de futuro con el epitimo cano, de micologico gusto.
Así pues tras el aborto, las pocas palabras que cruzamos fueron las del antagonismo.
No me imagino que movería a aquel profesor, que para defender a ultranza la opción que nos dejó el concurso de ideas, llegara “de entrada”, a realizar un premonitorio diagnostico, un dogma de fe, una consigna para proclamar que, lo de las setas de la Encarnación será la panacea.
Posiblemente lleve razón, que será la panacea para algunos, lo cual es cosa segura, como también es seguro de que ni una migaja le tocará a los comerciantes del mercado, y la que caiga servirá para que acaben por  despedazarse los que resistan.
Acertadamente le propuse que, si tal era su conocimiento de aquello y tan fidedigno su vaticinio que no dudara en sacarme de mi ignorancia, me hiciera ver las bondades que mi ceguera me impiden ver, y me explicara las ventajas del botellodromo, el mercado-dedalito, de la costosa y epatante cubierta con sus bombillitas encendidas y la terraza mirador, bien de cobre, bien de plástico, bien con la madera tratada con productos especiales, la cripta in situ, el museo candado, la estación del metro y otras zarandajas que todos sabéis, con lo cual, si llegara a convencerme dejaría mis erróneas convicciones, para convertirme de inmediato en su discípulo ideológico de estas modernidades.
No guardó silencio, y en la replica se limito a invitarme a la próxima conferencia del mismísimo alemán, y ahí acabó todo.
En el acto publico se recordaron los logros de una sociedad civil, una victoria obtenida cuando esta persevera hasta conseguir que la administración rectifique atendiendo las peticiones que la ciudadanía expresan, naturalmente si es que le conviene pasar por el “aro”. Las diapositivas mostraban a manifestantes con pancartas, cortando el trafico, recogiendo firmas y otros métodos al uso, que por los años la Encarnación tiene infructuosamente más que agotados.
Sevilla a 25 de Enero de 2006
Francisco Rodríguez Estévez



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