Una victoria, mil derrotas.
En los preámbulos de una jornada divulgativa de los logros
obtenidos por la tenacidad civil, a la que fui invitado, tuve ocasión de
conversar con uno de los actuantes, muy brevemente sobre lo de la Encarnación, de la cual no me caben
dudas se encuentra al tanto.
Cuando esto ocurría, tuvo a bien acercarse, para darle un
saludo de cortesía a mi interlocutor,
quien me fue presentado como profesor, alguien que rezumaba fragancia de
rosaleda por cada vello de una cuidada barba.
Tal vez como broma, para la mía, tuvo la poco afortunada
ocurrencia nuestro presentador de utilizar un inapropiado titulo, un
calificativo como galardón jocoso, tal como “el enemigo de las setas”, que
pusieron fin a la posible e incipiente relación de futuro con el epitimo cano,
de micologico gusto.
Así pues tras el aborto, las pocas palabras que cruzamos
fueron las del antagonismo.
No me imagino que movería a aquel profesor, que para
defender a ultranza la opción que nos dejó el concurso de ideas, llegara “de
entrada”, a realizar un premonitorio diagnostico, un dogma de fe, una consigna
para proclamar que, lo de las setas de la Encarnación será la panacea.
Posiblemente lleve razón, que será la panacea para algunos,
lo cual es cosa segura, como también es seguro de que ni una migaja le tocará a
los comerciantes del mercado, y la que caiga servirá para que acaben por despedazarse los que resistan.
Acertadamente le propuse que, si tal era su conocimiento de
aquello y tan fidedigno su vaticinio que no dudara en sacarme de mi ignorancia,
me hiciera ver las bondades que mi ceguera me impiden ver, y me explicara las
ventajas del botellodromo, el mercado-dedalito, de la costosa y epatante
cubierta con sus bombillitas encendidas y la terraza mirador, bien de cobre, bien
de plástico, bien con la madera tratada con productos especiales, la cripta in
situ, el museo candado, la estación del metro y otras zarandajas que todos
sabéis, con lo cual, si llegara a convencerme dejaría mis erróneas
convicciones, para convertirme de inmediato en su discípulo ideológico de estas
modernidades.
No guardó silencio, y en la replica se limito a invitarme a
la próxima conferencia del mismísimo alemán, y ahí acabó todo.
En el acto publico se recordaron los logros de una sociedad
civil, una victoria obtenida cuando esta persevera hasta conseguir que la
administración rectifique atendiendo las peticiones que la ciudadanía expresan,
naturalmente si es que le conviene pasar por el “aro”. Las diapositivas
mostraban a manifestantes con pancartas, cortando el trafico, recogiendo firmas
y otros métodos al uso, que por los años la Encarnación tiene infructuosamente
más que agotados.
Sevilla a 25 de Enero de 2006
Francisco Rodríguez Estévez
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