jueves, 2 de octubre de 2014

Un país sin  tiempo                                                                                                                   

Son seis enormes pilares de hormigón, fijados en los fondos reservados al coral rojo, los que sustentan el sueño hecho realidad del sátrapa que se hizo, a su imagen, a su medida, a su capricho, nada menos que un provocador icono de su poder al que llamó Sealand. Cansado de su inútil  megalomania, su dueño le ha puesto en venta. 
Setaland, esta adjudicado por cincuenta años. El tiempo, marcado por Cronos de toda la vida, en aquel reducto no tiene relojes que lo mida, dado que no tiene horario laboral comercial, ni autobuses que esperar, solo el coche oficial del nuevo Midas recorre su superficie peatonal.
Tampoco existe constancia de que disponga de templos religiosos, donde el repique de campanas, o la llamada a la oración, darían cuenta a los fieles del tiempo en que se vive, tiempo de noches y días de luces y sombras. Así se evita, en la aconfesionalidad del denario, que aparezca el Tomas de turnoa meter el dedo..
Ahora en saldo, parece que trata de eliminar los números rojos de una cuenta de resultados detenida en el tiempo de los dispendios.
El tiempo de la Encarnación lo detuvo Longino, aunque existan otras versiones, entre la conjetura del “hastae” de la lanza, hasta el “ius hastae”.Pero hace tanto tiempo que, aun pareciendo cercano, en lugar de la cuenta atrás, para ir hacia delante, parece que con tanto adelanto se vuelve atrás.
Mucho mas allá del tiempo en el que el reloj de la remozada plaza ,circundada por el tranvía, tal como la Encarnación de entonces, siempre adelantaba, por lo que para saber en el se andaba, y ajustar los de correa, (en aquella época de aprietos) no había mas remedio que hacerlo con el parte radiofonico, son las dos y media., de ese modo las sincronizadas saetas marcaban el discurrir, con la exactitud de diputado de Cruz en la Campana, y el pulso de la ciudad con sus manecillas.
Por Sierpes, las esferas de los Longines al unísono, incansables, corroboraban el transito y eran terstigos de los contratos verbales de los tratantes. Documento indubitado. Palabra de Honor. Nada de cuentos.
En los cuentos de setas, siempre aparecen los gnomos a la medianoche, pero no está claro lo que puede aparecer bajo aquellas en la fiebre del sábado noche. 
Por el momento, en las brumas de las madrugadas, los descomunales estípites son fantasmas de un tiempo sin horas en la micologica tierra de Setaland, donde los cilíndricos gnomones solo pueden marcarlas cuando el Sol alarga su sombra hasta los abandonados mingitorios municipales para indicarnos que son las tres.
 Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla 16 de Enero de 2007

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