sábado, 4 de octubre de 2014

Siempre tarde

Si bien tiene las patas cortas, cuando se agazapa y se esconde, su captura resulta dificultosa e incluso infructuosa.
Cuando la mentira se instala en el espacio que debe de ocupar la verdad, retirando a esta de su lugar, resulta tremendamente difícil discernir, en el sombreado, la una de la otra, pues la verdad parecerá increíble.
Hace falta tener algo más que imaginación para comparar las bóvedas de la Catedral, con cualquier cosa que traiga la foránea inspiración, para ser vendida como obra de vanguardia, y que con esta pretenda embaucarnos en nuestra ingenuidad, una responsabilidad ávida de cosas nuevas, aunque sean inútiles.
De realizarse la enorme cubierta, no pasará de ser una obra icónica que logra su objetivo con el único fin de que se recuerde el paso de sus defensores próceres, al tiempo de rellenar un currículo de quien aún no alcanzó los meritos, que tal vez con el tiempo pueda conseguir, como para perpetuar un  incipiente prestigio, (aun por lograr), como autor de una estructura que cubrirá de sombras a esta ciudad, que por cierto, y esto no escapa a nadie, de siempre fue famosa, además de por sus increíbles cielos de celestes purísimos, por el brillo de una luz que le dio su color especial.
No encuentro el modo de sacar del error a quien la mentira dejo sin su espacio al razonamiento, ni tan siquiera utilizando los argumentos de su costo y las consecuencias, pero pregúntese a que viene agredir el centro histórico con semejante estructura, teniendo esta ciudad otros lugares con una idoneidad más acorde.
Claro que el autor no tiene la culpa, y así sucedió en el concurso de ideas, donde podía, como no, aparecer cualquier cosa, pero ¿cómo el jurado elige, para este enclave, este tipo de disparate?, y por que la responsabilidad, si no era vinculante, la permite.
Por mil veces me digo, aun sabiendo la respuesta, si la Gerencia de Urbanismo, voto de calidad, si aceptaría esta modernidad rompedora que defiende hasta las ultimas consecuencias, si la propuesta de epatante cubierta hubiera sido propuesta desde otro signo político.
Acertó. Lo que viene a decir que lo del icono de setas de la Encarnación, que excluye los aparcamientos y la estación de metro, dejando al mercado en algo ridículo, y que tiene un costo económico de aupa, en metálico y en especies, no deja de ser un asunto político, de intereses, desconocido hasta ahora, pero que acabará todo por conocerse, como solo esta ciudad, desgraciadamente sabe muy bien, que todo se sabe, siempre tarde...

Francisco Rodríguez Estévez
-Sevilla, 7 de Marzo de 2006


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