Cuando aun no era Roma, el aparcamiento abandonado fue un
precioso jardín que con el tiempo llego a convertirse en refugio de feles.
Distintas variedades botánicas autóctonas germinaron sus semillas que
transportaron los vientos y las aves, quedando alojadas en el interior de aquel
eden para invertebrados e insectos.
Jauja para comilonas de la vecina colonia de vencejos del exterior y del
paraíso de roedores, coto de gatos. Cuando creció la micro silva, arboreto bajo
plástico, y algunas alcanzaron el porte que daban seguridad a las aves,
empezaron los anidamientos tras los cortejos nupciales de apareamientos, para
regocijo de las culebras.
La pequeña reserva se llenó de tanta vida que también cobijó a volátiles rapaces e incluso
la suelta de gazapos de campo, que se adaptaron fácilmente proliferando en la abundancia, cohabitando
junto a reptiles e incluso el homo indigente.
Ha bastado el paron de varios
meses, el de los bataches y las negociaciones de begín de begín, para dejar
esta Roma al aire, esperando los chaparrones, para llenar melonares, que los
anfibios, con lo caído, se hacen largos en la casa de las sectiles.
La céntrica
laguna, en estos tiempos de migraciones de anatidas, se puede convertir antes
de que llegue el proyecto del emblemático, en area de servicio para fochas y
ánsares reales camino del coto, donde poder descansar, darse un baño y degustar
las deliciosas ancas a la romana, especialidad de la casa. Y es que la
Encarnación no deja de sorprender.
Francisco Rodríguez Estévez
es.scribd.com/doc/8388864/Plaza-Encarnacion-Sevilla-06-ARQUEOLOGICOS
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