miércoles, 15 de octubre de 2014

Paqueo de papel

Cuando me regaló un ejemplar de su premiada novela, cumpliendo su promesa, quedamos en que le pondría unas líneas junto a su firma, en cuanto le cumpliera con la mía de leerla.
 En ello estoy y tomo buena nota de su forma de decir, que me viene como anillo al dedo, no para mejorar la puntería con  estos inofensivos paqueos de papel, si no mas bien para añadir a la carga, salva de ruido, estruendosa pólvora que  sirva alguna vez para que la dormida ciudad despierte.
Sabía que me bautizaron con el nombre de Francisco, por mi padre, por mi abuelo,  aunque contesto al de Paco. Al abuelo de mi padre le llamaban Curro, como la mascota de la Expo, pero se llamaba José.
No llego a más en mi remonte generacional de plebeya estirpe, ni tan siquiera he intentado hacer averiguaciones. Esta rama paterna procede de Ceuta, tal vez por eso, cuando el evento, fui confundido en el pabellón de Túnez, con un alto dirigente de aquel país y me vi espléndidamente agasajado equivocadamente.
Mi abuelo Paco nació en Sanlucar de Barrameda, algo debe haber en mis genes, que cuando visito ese sevillanisimo lugar que dice adiós al río Grande con mecidas de Triana, despidiendo al Betis que besa la pequeña Julia, ambrosia del barbo, donde pierde su azúcar el Guadalquivir haciéndose salado, cuna del esturión, lecho de lamiosas acedías, y reino del langostino, se me estremece el cuerpo y solo puedo entonarlo después de tomar dos copas de manzanilla y una ración de maravillas fritas en aceite de oliva virgen.
 Mi padre Paco “Montada”, de apellido Real,por su madre, nacida en Pilas, vino al mundo en la calle Gallo, de Sevilla, y se crió en la de Rocío, trianero por los cuatro costados, como el Pasmo que lo hizo en Feria.
Fue cargador del muelle queriendo ser pintor de cuadros, cualidad y deseo que mantuvo toda su vida, pero que fue carnicero de la Encarnación, por mor de un tío suyo que no tuvo hijos, cuando era chófer del ministro de agricultura , y anteriormente del de sanidad.
 Fui alumbrado en la calle Betis, mirando al río y a Sevilla, fruto de la relación legal de una minera que quería ser hermana de la Cruz, hasta que el conductor del camión del polvorín del carbonar, se le cruzó en su camino. A la joven postulante le deslumbró en plena guerra civil el uniforme azul y los profundos ojos negros de aquel apuesto soldado que, al término de la contienda, tuvo la orden de encender una gran hoguera en el  castillo de Azuaga, donde descargó dos portes de leñas a fin de que el fuego fuera visible, con aquel símbolo de la conclusión de la guerra civil.
 Me bautizaron  Francisco de Paula, y por aquello que en Triana está la Orden mínima, lo celebramos el dos de Abril como la hoguera. Lo que desconocía es que paco significa francotirador, que dispara.
Si bien mis rasgos podrían pasar fácilmente inadvertido en el mundo árabe, confieso públicamente que ni en los obligatorios ejercicios de tiro en la mili, este Paco, realizó un solo disparo, pues se me encasquilló el cetmen. Afortunadamente tengo el boli que me permite hacer honor a mi nombre, y que gracias al regalo de su libro he descubierto su significado.
 Sevilla a 13 de Enero de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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